ue Zubeldia y Sagnan parecían juveniles resultó ayer tan cierto como que Diego Carlos y Koundé, en el otro extremo del campo, tenían pinta de haber salido de un solteros contra casados, hablando como hablamos de dos centrales (los hispalenses) cotizados a nivel mundial. Tras el descanso, Imanol dio entrada a Robin Le Normand y no es que cambiara en exceso el panorama. Como tampoco lo habría hecho de comparecer sobre el césped del Pizjuán, ataviado de txuri-urdin, el mejor Franco Baresi de la historia del Milan, ni regresando a la zaga local la mítica dupla Pablo Alfaro-Javi Navarro. Porque Real y Sevilla se plantaron frente a frente y se lanzaron a la yugular el uno del otro, dando pie a un partido de locos, sin miramientos, en el que cada comprensible pérdida en el centro del campo, donde apenas había milésimas para pensar, dejaba completamente vendida a la defensa de turno. Ocurrió lo de casi siempre, que el rival mostró un colmillo superior a la hora de aprovechar determinadas situaciones. Derrota y listo.

Eso sí, la visita txuri-urdin a los de Julen Lopetegui dejó un poso adicional al de otras tardes recientes. Y me explico. Quien no viera el partido en directo y repasara anoche algún que otro resumen televisivo, comprobaría que la Real tuvo serias opciones de rascar algo del Pizjuán: la de Guridi, la de Merino, la que Ocampos le birló a Gorosabel€ Pero el cómputo global de oportunidades habla de una cosa, y las sensaciones de los 90 minutos apuntan a otra distinta. Lo destacó después Imanol, quien se ha cansado esta temporada de subrayar que su equipo merece más puntos y quien en Sevilla, sin embargo, detectó en el partido un aroma a otra cosa. Dentro de ese duelo a cara de perro planteado por el oriotarra y por el técnico rival, era ley de vida que los balones divididos y las disputas individuales abundaran respecto a otras citas. Y fue ahí donde los locales pudieron llevar el encuentro a su terreno. ¿Por qué? Su superioridad física, en cuanto a envergaduras, parece evidente. Nuestro míster habló también de intensidad. Y de creérnoslo más. Vete tú a saber€ El caso es que el balance de la primera vuelta contra Barcelona, Madrid, Atlético, Sevilla y Villarreal es de dos puntos sobre quince posibles. Pues eso.

Ayer vimos a una Real horrible en la fase sin balón, cierto. Conviene resaltar, sin embargo, que cuando no lo tuvo se vio casi siempre girada y corriendo hacia atrás, un contexto muy distinto al que viviría con otras propuestas como punto de partida. Este equipo ha demostrado ya que sabe juntarse y defender atrás cuando el plan así lo exige. El problema en Sevilla residió en que la idea de base no era esa. Al final, pasan los días, pasan las jornadas, pasan las ruedas de prensa, y todo apunta ahora a que lo de San Mamés fue más circunstancial que otra cosa: la lucecita del depósito parpadeaba tras la derrota previa ante el Atlético, el físico de varios futbolistas estaba como estaba y Portu puso en ventaja al equipo en el minuto 5. Así que los de Imanol sostuvieron el resultado desde un registro menos generoso, más pragmático, que sin embargo no les hemos visto en los dos siguientes partidos. Insisto. No se trata de renegar de un estilo que nos ha hecho ganar y disfrutar a partes iguales. Cuando se pueda, que regrese. Pero esta Real emite señales de pedir cambiar el chip. ¿Renunciar a correr y a los ritmos altos? No. ¿Olvidar los despliegues físicos, las presiones altas y las transiciones rápidas? Tampoco. ¿Simplemente elegir en mayor medida los momentos en los que acelerar y frenar? Sí, esto sí que lo agradecería el equipo. Porque conseguir los objetivos va a exigirle gastar unos cuantos ahorros de aquí a mayo. Pero le convendría también vigilar mejor la cartera. Se le vienen escapando demasiadas monedas.

¡Ojo! Todo lo expuesto en este párrafo anterior, asunto con el que uno lleva ya semanas dando la matraca, lo ponemos en cuarentena hasta dentro de quince días, cuando visitará Anoeta el Betis, en la próxima jornada del campeonato. Porque ahora viene la Supercopa, un torneo en el que se compite a todo o nada, especialidad que convirtió a esta Real el pasado curso en finalista de la Copa del Rey. Las revisiones de estilo y propuesta atienden en mayor medida al largo plazo, al "algodón no engaña" de la Liga. En Córdoba contra el Barcelona y en esa hipotética final de La Cartuja tocará, mientras, subir las revoluciones, intentar estar acertados en ambas áreas y confiar en que termine saliendo cara. El premio residiría en levantar un título oficial casi 34 años después. Dentro de una semana. Poca broma. Yo sí confío.