l fin de semana pasado, coincidiendo con el puente de El Pilar, se disputaron en Sevilla campeonatos de remo para categorías juvenil, cadete e infantil. Algunos padres de esos chavales se animaron a viajar para conocer el río Guadalquivir y sus amplios alrededores. Mientras aquí nos caían litros a mansalva, allí lucía un sol radiante. Frente a la trinchera vasca, la bermuda y las chancletas bajo un azul entre almirante y Persia, que solo se ve en aquella ciudad. Antes de viajar querían que les sugiriera sitios y planes.

Como aquí de eso no tenemos, les propuse un paseo en calesa. Suelen cobrarnos 50 euros la vuelta. Cuando volvieron quise saber qué habían hecho. Dieron el paseo y pagaron 45, es decir, han bajado cinco respecto a nuestra tarifa. O los caballos comen menos o a nosotros nos añaden un plus por sobrepeso. Os aseguro que a esta hora me piden 100 y se los pago. Un 0-3 no se logra todos los días. Les llevaron hasta el parque de María Luisa. Entre glorietas y estanques, pasea la calesa y a la citada infanta, en ese recorrido, se le ve de espaldas. Es el momento en que el guía, que es el cochero, comenta "Era tan fea, tan fea, que por eso está de espaldas". Los niños se mondan y los mayores se cachondean con la gracia.

Llegada la hora de comer, andaban pateando la calle Sierpes. Mensajito de WhatsApp al canto. ¿Dónde podemos picar algo? Que un euskaldun te hable de picar significa que se quieren pegar un homenaje de primer nivel. Como me gusta bastante El Rinconcillo en la calle Gerona les propuse ese destino. Entre otras cosas porque las raciones son vascas. Palabrita divina que fueron allí y se comieron una marea de langostinos de trasmallo, unas pijotas, un platito de caña de lomo y una presa ibérica. La guinda del postre consistió en una marquesa de chocolate negro. Os aseguro que cada poco recibía una fotografía de lo que se estaban enjaretando. ¡La madre que les parió!

Como iban con señoras, esposas y madres renunciaron a conocer los campos de fútbol de los dos principales equipos de la ciudad. Si en lugar de la semana pasada hubieran viajado esta, daba igual porque no estaban las puertas abiertas ni existía la menor posibilidad de ver el partido in situ. Jugar en esos estadios sin espectadores desarma al equipo de casa porque le falta el aliento de los suyos. Sobre todo, cuando la gente es más exagerada. En el Villamarín rematas cinco metros por encima del travesaño, reaccionan al unísono los miles de seguidores con un atronador ¡uyyy! En las circunstancias actuales se oye menos que en un sepelio.

Lo están pagando los equipos que juegan en su feudo y se benefician los viajeros. No existe la menor presión. Entiendo perfectamente el debate instalado entre los aficionados. ¿Por qué solo 600 espectadores o 300 o 1.000 en un estadio en el que cabe tanta gente? Entiendo también el interés de los clubes por incorporar, cuanto antes, en las gradas a sus partisanos, pero supongo también que las razones que lo impiden serán de peso. ¿Cuánto tiempo vamos a seguir así? Vaya usted a saber.

En este paisaje se reanudó la liga después de dos semanas, en medio de las cuales los internacionales fueron y volvieron. Los que se quedaron trataron de mantenerse en forma y no aburrirse mucho sin jugar, que es lo que les gusta. Cerrado el mercado, sin entradas ni salidas, se trataba de apuntalar lo que se dispone. En ese capital humano se encuentra Willian José. Supongo que Aperribay, Olabe y el jugador serían más modositos en las viandas que la expedición de padres a Sevilla.

En esa conversación se trataba de ayudar al futbolista a recuperar la sonrisa y convencerle de que es muy útil en el proyecto. Como sucedió hace meses con Januzaj. Lo más fácil es abandonarle en el ostracismo. Felizmente, entonces, se hizo un esfuerzo y el resultado está a la vista. Con el brasileño sucede algo parecido. Lleva el pobre tanto tiempo con la cara triste, cabizbajo, meditabundo, apagado, anacoreta. Aparenta ser mucho mayor de lo que es. Aprovechó el fin de semana y se fue a Olite, a visitar el castillo, darle vueltas a las cosas y subir a la Torre del Homenaje. Si me llega a preguntar, le mando a comer a casa Zanito. ¡Entonces sí que iba a sonreír y las iba a enchufar a pares!

Imanol decidió que fuera titular, lo mismo que Guevara. Quizás porque Isak y Zubimendi venían de giras europeas con sus selecciones. Estuve atento al partido de anoche en esa dirección. Quería conocer las respuestas, situarme ante el Betis de nuevo cuño y ver qué versión ofrecían los de Imanol después de dos semanas. Desde luego, sólida. El primer tiempo fue equilibrado, con mínimas concesiones y escasas oportunidades de gol. Defensa imponente en todo el encuentro. Llegó la buena en ese tramo que llaman psicológico. Al borde del descanso, Monreal, Oyarzabal, centro monumental, caramelo divino, y pillería habitual de Portu. Felizmente, la liniera no levantó el banderín después de pasarse buena parte del primer tiempo con el brazo eléctrico. El gol subió al marcador. Algo así como el prólogo de lo que sucedería tras el descanso. Que si gol anulado a los locales, que si ruido de sables, que€ otro caramelo de Silva a Isak al que agarran dentro del área. Tampoco esta vez se puso nervioso el capitán al lanzar el penalti.

La guinda al pastel la coronó Januzaj con un golazo que hizo mejor la conexión con Isak. No sé qué se ha hecho el belga en la cabeza, pero, mientras no le afecte a las ideas y al talento, vamos bien. Tres puntos en un campo complicado que sirven para alcanzar el liderato. El valor del equipo no baja cinco euros, más bien lo multiplica.