Y esto tampoco es casualidad. El día que no hay ningún protagonismo ni del árbitro ni del VAR, en un partido de guante blanco sin apenas jugadas controvertidas o polémicas, la Real se reencontró con la victoria. Lo hizo de forma agónica, con un golazo de Isak en el minuto 83, cuando los blanquiazules ya habían inclinado el campo hacia la meta del Espanyol. Una diana que le permitía remontar un resultado por segunda vez en la temporada. El hecho de anotar el gol del triunfo en las postrimerías del encuentro no es una cuestión baladí. Porque la consecuencia más grave de haber empezado todos los duelos con polémicas dianas en contra era que les habían impedido llegar a los finales empatados, con los dos equipos buscando el tanto del triunfo y los consiguientes mayores riesgos a adoptar, y con un buen fondo de armario txuri-urdin que le hubiera podido anotar en una acción aunque fuese aislada. No le dejaron. Porque nadie discute que, aunque parecían estar a años luz de su nivel, el arsenal ofensivo de la Real es de los más potentes de la Liga

Insisto, cuando se jugó a fútbol, al auténtico, el de siempre, aparecieron los futbolistas de verdad. En los primeros cinco partidos el mejor de los blanquiazules con diferencia fue Januzaj. Ayer también lo estaba siendo, hasta que se lesionó. Y esa no suele ser una buena noticia para el equipo, porque es un jugador distinto. Un poco marciano. Con una calidad individual extraordinaria, algo fuera de lo común y que quizá nunca se haya visto en Zubieta, pero él casi siempre viene a hablar de su libro. No parece importarle demasiado la situación, siempre juega a lo mismo, dicho esto como elogio, no como crítica. Sin el belga, el que dio un gran paso adelante fue el bloque txuri-urdin. Con sus mejores jugadores o muchos de los más importantes asumiendo la responsabilidad, siendo conscientes de que sus compañeros y su afición les necesitaban. Les reclamaban a gritos. Les añoraban. Monreal, Merino, Oyarzabal, Odegaard, Willian José... Futbolistas de primer nivel que se habían perdido en un agujero negro desconocido y cuyas consecuencias han estado a punto de dilapidar el sueño europeo txuri-urdin.

Y un último dato también a tener muy en cuenta. Por fin les llegaron buenos balones a los delanteros centros de la Real y los dos marcaron para sellar su victoria. Willian José, el preferido de Imanol por lo mucho que le da en su juego de espaldas, que en realidad anotó dos tantos de 9 puro. E Isak, que salió y en dos minutos rozó el acierto en su primera llegada a centro de Monreal y a los pocos segundos soltó un latigazo imponente con la zurda que fulminó la resistencia de un competitivo farolillo rojo.

Imanol sorprendió a todos con la inclusión de Moyá en lugar de Remiro, que lo jugaba todo desde el 19 de diciembre. Es decir, por no jugar, no lo hizo ni en la siguiente eliminatoria en Ceuta, con su consiguiente incomprensión cuando se enteró de la noticia. El navarro ha vuelto mal del confinamiento, puede que con alguna secuela de su positivo, como les ha pasado a otros. Y era el portero de la Real deprimida que solo ha sumado un punto de quince. Con toda la confianza que el técnico ha demostrado en el de Cascante, tampoco se puede tomar como una decisión que le señale directamente por lo sucedido en Getafe, y no son pocos los entrenadores que consideran que un relevo en la portería es una buena medida para tratar de cambiar una caída en picado. Además, la modificación es mucho más comprensible que cuando Moyá perdió la titularidad sin haber cometido errores importantes. Por último, la tranquilidad con la que se tomó la parroquia txuri-urdin la decisión es una señal inequívoca de que no se puede entender que todavía no se haya plasmado la apalabrada renovación del mallorquín, cuando no puede haber un supuesto arquero suplente de mayores garantías, con más experiencia y que mantenga una actitud siempre irreprochable, tanto si juega como si no lo hace. No sé qué más se le puede pedir a un portero que, por si fuera poco, está como loco por quedarse en el club. En el resto de la alineación destacó la vuelta de Llorente, que formó pareja con Le Normand, y su marcado sabor ofensivo, con Oyarzabal de mediapunta y Portu, Willian y Januzaj arriba.

El Espanyol es un buen espejo en el que mirarse para ser conscientes de que, como encadenes una racha como la que ha sufrido la Real tras la pandemia, siempre estarás expuesto a tragedias inesperadas. El conjunto perico cuenta con una buena plantilla, con canteranos y refuerzos de nivel (alguno como Raúl de Tomás le ha costado más que cualquier fichaje a la Real), pero está casi desahuciado y tiene un pie en Segunda por una pésima planificación, un mal comienzo y unas decisiones precipitadas y equivocadas en su banquillo. Es el equipo que más años lleva seguidos en Primera al margen de los tres de siempre y en la clasificación histórica, dicho esto para mantener siempre la guardia alta, es el séptimo, seguido por la Real, octava, a 219 puntos.

La ley de Murphy siguió machacando a la Real al comienzo del encuentro. Lo hizo con una crueldad insaciable. A los cuatro minutos Merino abrió a Monreal y su centro lo cabeceó a la red Willian. La eufórica celebración se fue al garete porque el VAR determinó que tenía una bota en fuera de juego. En la siguiente jugada, el Espanyol provocó un córner y el centro a la segunda de Embarba lo cabeceó a las mallas de forma impresionante David López a pesar de la oposición de Zubeldia (que no está bien) y Merino. No pareció falta pese al indudable contacto. Como es lógico la resaca de las dos jugadas hizo mucho daño a la Real y a pesar de que, al menos, por fin encajaba un primer gol legal. Aun así, los realistas buscaron una igualada que les serenase y Llorente en un cabezazo al larguero, Willian José en un remate muy cruzado y Portu en tres disparos fallidos pudieron marcar.

A los diez minutos de la reanudación, ya con Odegaard y Zubimendi, que mejoraron el juego del equipo, Willian anotó el empate en un centro sensacional de Oyarzabal. A pesar de la amenaza constante de Raúl de Tomás, al que respondió bien Moyá, la Real activó su maquinaria ofensiva en busca del gol de oro. Odegaard, Le Normand y Zaldua, al que el 9 le dejó sin gloria, estuvieron muy cerca de marcar. Willian, a centro de Monreal, e Isak, nada más entrar, también nos levantaron del asiento. Hasta que el sueco enganchó un disparo majestuoso a botepronto que se coló como una exhalación. Se gritó como nunca en un melancólico Anoeta con ganas de celebrar un triunfo de los suyos.

Y se acabó. A la sexta fue la vencida. Si nos dicen hace un mes que hubiésemos celebrado así el triunfo ante el hundido Espanyol para rescatar la séptima plaza nos habría dado un ataque de risa. "Eso no se lo creen ni en el mismo centro de Bilbao", habríamos respondido entre carcajadas picaronas. La Real ha vuelto. La primera piedra para salir de una crisis siempre es la más complicada. Y si lleva sangre es todavía mejor. La piña de todo el equipo al final, con esos gritos de entusiasmo y de pasión lo dice todo. Ya no necesitamos clavos ardiendo a los que agarrarnos. Nuestros argumentos para soñar vuelven a ser tangibles. Ahora se abre una nueva liga de cinco jornadas para asegurar un billete europeo que nos va a hacer sudar mucho aún. Por fin, ¡victoria!

El partido no pudo empezar peor, ya que a Willian José le anularon un gol por centímetros y el Espanyol marcó en un córner

El comienzo hizo mucho daño a la Real, que además vio cómo su mejor jugador hasta entonces, Januzaj, se lesionó antes del descanso

La aparición de jugadores de mucho peso como Merino, Odegaard, Oyarzabal, Willian José e Isak permitió a la Real remontar el partido