se necesita una más que correcta comprensión del idioma francés, requisito que ya supone una criba importante. Pero da igual. Lo sigo recomendando. En tiempos de proliferantes webs de pseudoinformación deportiva, visitar la página del diario L'Équipe significa encontrar un oasis en el desierto. Yo ya la he convertido en mi sitio de cabecera, porque separa el grano de la paja, va directamente a lo sustancial y termina así convirtiéndose en una fuente perfecta, incluso para enterarse uno de lo que ocurre en el fútbol español. Este pasado enero, noticias sobre fichajes de perfil medio-bajo en equipos como Levante o Leganés quedaban mucho más a la vista en un portal editado en París que en otros trabajados desde Madrid. Para hacérselo mirar... El caso es que las consultas mañaneras al móvil me han permitido últimamente descubrir a Thomas Tuchel, el entrenador del PSG, cuyas ruedas de prensa siempre tienen contenido. Habla de fútbol. Se moja. Analiza los entresijos del juego. Todo ello mediante respuestas larguísimas en un francés más que correcto. ¿Se imaginan a este mediático técnico alemán dirigiendo a la Real? Recuerdo que en noviembre de 2014, cuando Jagoba fue cesado y vino David Moyes, su nombre sonó con fuerza para el banquillo de Anoeta, hasta el punto de que en este periódico publicamos un perfil del entonces expreparador del Mainz, quien vivía un año sabático. Me tocó descolgar el teléfono y pedir ayuda a alguien que supiera de su trabajo. Y recurrí a un joven periodista madrileño al que seguía y admiraba por sus conocimientos. Se llamaba, y se llama, Guillermo Valverde.

Guillermo Valverde ya no ejerce de periodista. Ahora trabaja en la Real. Integra el organigrama de la secretaría técnica, esa que en el último verano fichó con la coherencia y el acierto por banderas. Dos minutos antes de escribir estas líneas, he buceado en el archivo para dar con su segunda y última colaboración con NOTICIAS DE GIPUZKOA. ¡Y tate! Le volví a llamar en enero de 2018, en vísperas de un Real-Celta, con motivo del enfrentamiento en aquel partido de dos perlas en bruto que no terminaban de explotar. Januzaj y Emre Mor. Valverde, a quien asalté en el momento, sin previo aviso, me diseccionó al detalle la trayectoria del turco: sus orígenes, su pasado en una liga escandinava como la danesa y sus problemas en el Borussia Dortmund. ¿Les suena el perfil de jugador? El fútbol y el mercado suponen mundos lo suficientemente complejos como para evitar atribuir un fichaje a un solo autor. Supongo que todas las contrataciones tienen varios padres y madres. Y además, vaya esto por delante, carezco de información concreta al respecto. Pero tampoco creo que resulte aventurado ver en Willy, como le llaman sus allegados, a una de las cabezas pensantes para el aterrizaje en Donostia de Alexander Isak. Sí sé a ciencia cierta que el teléfono de este profundo conocedor del fútbol alemán sonó el día en que el sueco se convirtió en txuri-urdin. "¿De verdad habéis conseguido incorporar a Isak? ¿Cómo? Este chico estaba para destinos superiores". Lo explicaba hace un par de semanas el autor del mensaje, el también periodista Axel Torres, en un podcast de su proyecto MarcadorInt.

Me gusta ver partidos. Consumo todos los que puedo. Pero el día tiene 24 horas y espera con obligaciones de todo tipo. Reconozco que el nombre de Isak solo me sonaba de fugaces vistazos a la aplicación futbolera del móvil. Y de nada más. No le había visto jugar nunca. De ahí mi sorpresa este pasado junio cuando conocí las condiciones de la operación. Sucedió en Zubieta, el día en que presentaron al delantero. Durante la rueda de prensa preguntamos acerca del coste económico del fichaje, pero Jokin Aperribay dijo no poder desvelarlo, amparándose en cláusulas de confidencialidad. Minutos después, mientras al bueno de Alexander le disparaban los fotógrafos sobre el verde del José Luis Orbegozo, todos los periodistas presentes sabíamos ya que había costado 6,5 millones de euros, que su cláusula ascendía a 70 y que el Dortmund se guardaba una opción de recompra por 30. Desde la ignorancia deportiva acerca de las cualidades del jugador, los blindajes de su contrato se me antojaron a todas luces excesivos. Y optimistas respecto a su nivel. Ahora me parecen coherentes y ajustados a la realidad. Ahora empiezo a entenderlo todo.

Me encantó Isak en el derbi. Me encantó todo lo que hizo. Más me gustó aún lo que su figura aportó al contexto general del partido. En el actual tsunami de loas al sueco, lo más sencillo consiste en simplificar hasta el extremo las teorías causa-efecto y atribuir únicamente a su ingreso en el campo la mejoría de la Real contra el Athletic. Algo hubo de eso, obvio. Pero un servidor es raro y no se ilusiona tanto con las exhibiciones individuales, ya que lo habitual es que resulten poco consistentes en el largo plazo. Me vengo mucho más arriba, mientras, cuando repaso el partido del domingo y veo a un equipo txuri-urdin camaleónico, capaz de cambiar de registro sobre la marcha para triturar al rival desde las carreras de un delantero salido desde el banquillo. No sé si somos conscientes de lo enriquecedora que resulta tal versatilidad. Tampoco sé si somos conscientes de que el derbi cambió en realidad cuando, tras el descanso, el rival subió quince metros la línea de presión. Las piernas frescas de Isak significaron una herramienta perfecta para aprovechar el nuevo contexto, no para generarlo.

Visto lo visto del sueco durante los últimos quince días, mi mayor elogio hacia su figura no reside en lo bien que jugó una segunda parte de escenario abierto. Sí apunta a que, en una primera mitad de panorama mucho más hermético, posiblemente habría mejorado las prestaciones de Willian José. Y es que de nuestro 19 me impactó por novedosa, hace dos semanas, su actuación contra Osasuna, moviéndose con acierto entre líneas y con espacios reducidos. El nivel lo tiene. Si le añade continuidad y confirma además su capacidad para adaptarse a roles variados, estamos ante un auténtico fenómeno. Un auténtico fenómeno a quien ahora mismo rodea el equipo adecuado.