MADRID - No lo olvidarán jamás. Ni sus protagonistas ni sus aficionados, que festejaron como merece una hazaña que ya ha entrado por méritos propios en las grandes noches de la historia txuri-urdin. Todo lo que se pueda contar probablemente se quedará corto. La felicidad era inmensa e incontrolable, sobre todo porque se había sufrido como nunca pese a que, en dos momentos, en el 0-3 y en el 1- 4 la eliminatoria parecía sentenciada. 90 minuti son molto longos en el Bernabéu, como solía decir el malogrado Juanito, y el Madrid vendió cara su derrota hasta el último segundo, en el que Ramos cortó la respiración de todos los realistas con su ya habitual remate de cabeza a la heroica que esta vez atajó Remiro. Muchos seguidores blanquiazules (y algún periodista) ya no miraban e incluso más de uno abandonó la grada para seguir el final desde el vomitorio. La situación era dramática una vez más, pero en esta ocasión la Real aguantó y selló una clasificación para la semifinal que perdurará para siempre en nuestros corazones.

pre en nuestros corazones. No importaba el 3-1 de la Liga del mes de noviembre, ni que el Madrid llegara a la cita en modo intratable y la Real en una de sus peores crisis de la campaña, algo distinto se mascaba en el ambiente. Otros años se hubiesen contado con los dedos de la mano los optimistas entre la parroquia txuriurdin en el más difícil todavía. A partido único en casa del mejor equipo de la temporada. Pero esta Real es diferente. Ha cambiado la mentalidad de su plantilla y la de sus hinchas. Se siente capaz de todo y su gente le sigue con devoción, colmada de fe y esperanza hasta el fin del mundo.

Enfrente de la Torre C, en uno de los bares que rodea el Bernabéu, se fueron juntando muchos seguidores realistas, a los que se les veía muy motivados y positivos, sin complejos, hasta el punto de que empezaron a entonar cánticos que se escuchaban desde muchos metros a la redonda. Algo que no se veía desde hace mucho tiempo en Madrid, con la excepción de Vallecas. El ambiente era de máxima ilusión, parafraseando a Imanol, ninguno de ellos parecía acudir al matadero.

Ya en el interior y tal y como sucediera en el encuentro de Liga, los 300 privilegiados que se situaron en la parte alta del fondo norte, en la zona destinada a la afición visitante (para que se hagan una idea, el sábado no había más de 50 atléticos en el derbi madrileño) se merendaron a la grada de animación blanca. En el resto de la grada también se veía a muchos seguidores txuri-urdin, que, aunque con más discreción, no pudieron contener su alegría. La euforia de los goles (todos ellos celebrados con el tradicional baile de espaldas que hace la Zabaleta y se propaga por la grada de Anoeta) pronto se convirtió en angustia porque el reloj avanzaba más lento que nunca. Nada más acabar el encuentro, los realistas lo festejaron en el césped y se acercaron a la esquina donde estaban los suyos sin parar de bailar y cantar, entre emocionantes imágenes de hinchas que no podían contener las lágrimas.

Con el estadio vacío y a su disposición, como símbolo de su victoria, los 300 de la grada visitante pidieron que salieran sus héroes. Y un cuarto de hora después, los jugadores comparecieron para hacer el baile de los goles. En el mismo, Aritz no aguantó más y se tuvo que lanzar al suelo con calambres, a pesar de que no dejó de bailar.

El repertorio de los cánticos cada vez era más original: "A la Cibeles, nos vamos a la Cibeles" o "¿Dónde está CR7, CR7 dónde está?". Isak era el más aclamado y le obligaron a saludar solo. Tenemos un nuevo rey. Cuando los jugadores se retiraban, la afición decidió que era un buen momento para perdonar a Willian José y comenzó a corear su nombre. Algo que sus propios com-pañeros recibieron con mucha alegría y con gestos de cariño al brasileño que también tuvo que agradecer el apoyo. Aperribay, que se encontraba en el túnel de vestuarios y que no entraba en el traje de lo hinchado que estaba por la felicidad, también le dio un abrazo. Ya de puertas hacia adentro, la plantilla vitoreó a Isak, que fue abrazando uno a uno a todos sus compañeros, e Imanol estrujó a la mayoría de sus pupilos, sobre todo a Mikel Oyarzabal, al que casi le deja KO.

En los aledaños del Bernabéu, se comprobaba fácilmente quiénes eran los seguidores blanquiazules porque muchos de ellos se abrazaban casi con lágrimas e incluso cantaban dentro de los establecimientos mientras veían el partido del Athletic sin tener muy claro qué era lo mejor para la Real. Entre tanto héroe anónimo, destacaba la presencia de un Luis Uranga que viajó acompañado de su cuadrilla del Bar Antonio.

Como no podía ser de otra manera, los madridistas se recogieron pronto y la noche se hizo larga para los hinchas realistas y en muchos locales se podían ver camisetas txuri-urdin y gente felicitándoles y muchos atléticos dándoles las gracias: "La alegría de este maldito año hasta ahora". Y un deseo que lo resume todo: "Lo mejor está por llegar…".