Cuando todavía no nos hemos sobrepuesto a las delirantes justificaciones de la Supercopa en Arabia Saudí y de sus participantes por parte de Rubiales y los voceros del madridismo, regresa la Copa con ese morboso gusanillo que nos entra en el cuerpo cada vez que comparece nuestra Real ante un rival de categoría inferior. La primera cuestión la resumo con que hay que desconfiar siempre de los clubes que ganan torneos que no deberían disputar porque no se han ganado el derecho a participar. Ya ni te cuento de los que se han llevado el título dos veces, uno sin disputarlo, porque había hecho doblete el año anterior, y otro después sin haber vencido en ninguna competición. Ya lo saben, el orden de los factores no altera el valor del producto.

A lo que iba. No me negarán que no perciben ese cosquilleo del miedo de que la Real la pueda volver a liar. Es inherente a la percepción que tenemos de una competición preciosa que nuestro equipo ha desprestigiado con una de las manchas negras más grandes que ha tenido su historia, que incluso ha dado paso a la famosa Generación Perdida. Esa que apenas conoce lo que es un partido de Copa de verdad simplemente porque no lo ha vivido al apearse los suyos del tren antes de tiempo y con un cúmulo de fiascos tan sonoros como esperpénticos. En el sonrojante catálogo figura un KO en hierba artificial, el de Hospitalet, por lo que la novedad sería que el verdugo compitiese en Tercera. Tan bajo aún no hemos caído.

Lo dije minutos antes de que comenzara el sorteo. Lo típico. "A ver si toca un desplazamiento cómodo y seguimos avanzando sin excesivos sobresaltos". El Ceuta. Más lejos casi imposible. Otro continente. Siempre pasa algo. Esperemos que esta vez quede todo lo negativo en un desplazamiento que, dicho sea de paso, y aunque hay que aterrizar en Tetuán, sigue siendo bastante cómodo para la plantilla si se tiene en cuenta que la Real viajará en chárter y que el vuelo solo duró una hora y cuarto hasta la localidad marroquí.

Siempre me ha gustado la geografía. Y alucino bastante al comprobar que las nuevas generaciones no adquieren ni de lejos en los colegios los conocimientos que nos exigían a los, llamémosle por cortesía y buena intención, veteranos como yo. Uno de los grandes atractivos de mi trabajo como redactor de la información de la Real, y antes de otros equipos o selecciones, es que he tenido la oportunidad de recorrer mucho mundo. Una de las últimas veces que visité Sevilla pasé por la Plaza de España donde están representadas las provincias y me di cuenta de que había estado en todas. Cuando lo comenté con amigos, como en Twitter, no tardó en aparecer el típico aguafiestas: "Seguro que en Ceuta y Melilla no". Estuve un día en la ciudad que acoge a la Real hoy, lo que sí voy a descubrir es un nuevo estadio en otro continente. Si no consideramos a Canarias como África, va a ser la primera vez que asista a un encuentro en este territorio y ya solo me quedarán dos en los que no he comparecido. Curiosamente, quizá el que más me ha apetecido siempre, Sudamérica (para los puristas, sé que no es un continente), y la lejana Oceanía. Lo sé, me quejo de vicio. Soy un privilegiado y lo celebro. En todos esos viajes hemos vivido más aventuras que Tarzán. Anécdotas de todo tipo. Desde quedarnos encerrados en El Carranza de Cádiz y estar esperando en el mismo centro del campo a que alguien regresara y nos abriera (nos pasó más veces), hasta salir casi a palos con los de prensa del club de otra localidad andaluza que no merece la pena recordar pese a su belleza, mientras nos gritaban: "Al menos aquí no matamos a nadie". El duelo deportivo de esta tarde no presenta demasiados atractivos para la Real, más bien implica riesgos, pero no me negarán que el viaje con aterrizaje en la localidad marroquí de Tetuán y los 40 kilómetros por carretera, con el paso de la frontera incluido, prometen.

Quien más o quien menos ha llegado a vivir in situ o por televisión pifias del conjunto txuri-urdin. Como sucede en los días más grandes, la mayoría también recuerda dónde se encontraba en días aciagos e infames. Por encima de todos quizá, pese a que para mí el mayor bochorno fue la remontada de tres goles del Lleida de Segunda B en Anoeta, me viene a la cabeza el 6-1 de Mallorca. Lo tengo presente, fue un 10 de enero, una fecha muy especial e ideal para celebrar aniversarios. Esta vez el choque llega dos días después. Espero que todo sean señales y heridas sin cicatrizar que permitan mantener alerta a los nuestros. Después del partido contra el Villarreal, un aficionado de la Real me espetó que no estaba de acuerdo con el carácter pesimista de mi crónica. Y me lanzó un buen mensaje, de los psicológicos que te obligan a darle vueltas, técnica en la que mi aita es un auténtico maestro: "Hay que soñar". Estoy completamente de acuerdo. Me considero un soñador empedernido y un vendedor de los mismos, que probablemente sea la génesis de mi trabajo. Pero no solo en la Copa. Lo he dicho muchas veces, yo sigo aspirando a jugar al menos un partido con la txuri-urdin. Incluso con el roscón de reyes de crema que tengo en la cintura. Creo que jamás dejaré de imaginarlo y, por ende, paladearlo, dormido por las noches. Es uno de los sueños que más se me repiten. Y pueden creerme, aunque no haya descansado demasiado bien, me levanto con otro cuerpo y me suelo acordar con precisión de casi todo, algo que no me suele suceder habitualmente.

Se lo leía a Álvaro Benito, mi comentarista de referencia en estos últimos meses. El ahora músico famoso, que se quedó en el camino de ser una gran estrella, afirmaba que antes de un concierto no tiene "esa sensación en el estómago, pero es que he jugado en Bernabéu". Pagaría por saber lo que se siente jugando con mi Real, en mi estadio, con mi gente y celebrar un gol viendo la felicidad en las caras de mi afición. Sea contra el Madrid en casa o en Ceuta en un marrón de la Copa en el que no se puede fallar. Algo está cambiando si los realistas coinciden en afirmar que la noche más dura del curso pasado fue después del 2-2 y la eliminación ante el Betis. Sin contar lo que pueda suceder en una última jornada, no existe una decepción mayor en toda una temporada que el KO copero. Yo he llegado a vivir sorteos con más pasión de la que ha mostrado a veces nuestro equipo en el torneo en años anteriores, así que llegados a este punto, con esta ilusionante Real, no pienso dejar de soñar. ¡A por ellos!