Nos la han colado bien colada. Vendieron la nueva Copa como la competición de los modestos, el fútbol hecho democracia. Eliminatorias a partido único. Menos distancias entre clubes. Mayor opción para las sorpresas. Lo que pasa es que las verdades a medias resultan a menudo más nocivas incluso que las mentiras. Todo lo enumerado responde a la verdad. Los matices que lo acompañan, sin embargo, dibujan un torneo más adulterado que la partida de bingo celebrada en mi casa la pasada Nochevieja. Mi hijo de cuatro años gozó en ella de privilegios solo comparables a los de Barcelona, Madrid, Valencia y Atlético en el invento este de Rubiales. Y ganó el chaval, claro. Como ganarán la Copa con frecuencia los llamados grandes si les siguen poniendo la alfombra roja.

A equipos como el nuestro, como la Real, solo les queda agachar la cabeza, superar rondas y esperar vivos a que llegue ese momento en el que la competición se abra un poco. Vendrá. Vendrán los sorteos delicados y emocionantes. Pero todavía queda. Bastante además. Así que mientras el equipo txuri-urdin pelea en Ceuta y, ojalá, en un par de eliminatorias adicionales, va a tocar mirar de reojo a lo que suceda en los demás partidos. Yo tendré aquí un objetivo claro, equiparable en importancia al de vencer el escollo norteafricano: que no haya sorpresas. Es decir, que además de la Real se clasifiquen para la siguiente ronda todos los equipos de Primera. Puede parecer contradictorio. Puede sonar raro. No lo es. De lo que se trata, al fin y al cabo, es de dibujar a futuro un panorama complejo para esos cuatro clubes enchufados que disputan desde mañana la Supercopa en Arabia.

Hace un par de días repasé con detalle el funcionamiento de los próximos sorteos. En los dos más cercanos, el de dieciseisavos y el de octavos de final, se extraerán primero las bolas de Barça, Madrid, Valencia y Atlético. El propósito, emparejarles con las cenicientas que sobrevivan aún. Así que la primera cita con los bombos de carácter realmente puro no llegará hasta los cuartos, que también se disputarán a partido único. Buena parte de las opciones de la Real y de otros conjuntos de su perfil pasan por que el nivel del torneo sea alto, sin tropiezos gordos en el camino. Y por que, una vez alcanzada la fase decisiva, sonría un pelín la fortuna mientras los favoritos se pegan con otros equipos potentes o incluso entre sí. Miro a la agenda del fin de semana y deseo que ganen el Betis en Portugalete, el Getafe en Badalona, el Villarreal en Orihuela o el Sevilla en Escobedo. Pienso que, a la larga, nos vendrá bien.

También he tirado de archivo para ver qué es lo que sucedió el curso pasado en las copas de otros países europeos de referencia. Y al menos este estudio sí que invita al optimismo de antemano. Siempre y cuando, claro, el mencionado sorteo de cuartos, incluso el de octavos si los Primeras vamos haciendo los deberes, termine suponiendo un campo de minas. En Italia tocó un Atalanta-Juventus en cuartos de final, en Bérgamo, y la Vecchia Signora se fue a la calle tras perder 3-0. En la primera ronda de la FA Cup inglesa, el a la postre rey de Europa, el Liverpool, cayó en el campo del Wolverhampton (2-1). Y en Francia tuvimos la prueba de que a 90 minutos puede suceder cualquier cosa: el Stade Rennais le ganó la final al PSG en la tanda de penaltis. Para no hacerme trampas al solitario, citaré también el título del Bayern de Múnich en Alemania. Un Bayern que en la primera ronda, esa que aquí evitamos a los supercoperos, sufrió hasta el minuto 82 (0-1) para marcarle a un rival de cuarta.

Me ilusiona la Copa. Me ilusiona la Copa en clave txuri-urdin. De momento, sin embargo, miro a los partidos de la Real como las vacas al tren. "No la vayamos a pifiar". No la vayamos a pifiar el domingo en Ceuta. Si evitamos descalabros y superamos algún obstáculo futuro de mayor entidad, entonces sí, las mariposas anidarán en mi estómago. Porque dentro de menos de un mes, cuando en la sede de Las Rozas se dispongan a configurar los duelos de cuartos de final, la película resultará muy distinta. Ahí ya no soñaremos con utópicas hazañas. Lo haremos con glorias complicadas pero accesibles. Lo haremos también con la esperanza de que la suerte nos lance un guiño cómplice. Valencia-Real Madrid en Mestalla, por ejemplo. Sevilla-Barcelona en el Pizjuán, por ejemplo. Y Real-Granada en Anoeta. Mientras esperamos a que llegue el momento de fantasear, en cualquier caso, se trata ahora de sembrar el campo a unas semanas vista. Hay que ganar en Ceuta. Y que ganen los demás también. Agradeceríamos cómplices que compliquen el camino de los gigantes, por mucho que la capacidad de nuestro equipo se haya demostrado más que alta.