Fue una proeza. Se mire por donde se mire, ganar en el Bernabéu siempre es una gesta, como lo acredita el hecho de que la Real solo había vencido en tres ocasiones. Se dice pronto. El equipo txuri-urdin resurgió de sus cenizas en el día menos esperado. Cuando nadie confiaba. Y no lo hacía en base a sus penosas últimas comparecencias, en las que no había logrado ni competir, y que incluso habían llegado a hacer llorar de impotencia a algunos de sus futbolistas en un descanso cuando iban cayendo por 4-0. Su afición, cansada de sus incomparecencias cuando visitaban los templos de los gigantes, solo reclamaba que dieran la cara. Que estuvieran a la altura de la exigencia histórica de su camiseta. Que no salieran derrotados, como abandonados a su suerte esperando un tiro de gracia que, por cierto, normalmente no tardaba en producirse. Y ayer por fin lo lograron. Compitieron, creyeron en sus posibilidades y exprimieron todas sus opciones para llevarse tres puntos inolvidables que ya entran con letras de oro en su leyenda y que nos recordaron a aquella Real txapeldun que disputaba los títulos al todopoderoso Real Madrid. Sí, ayer nos volvimos a sentir importantes, porque vencer en el Santiago Bernabéu lleva consigo una repercusión mediática internacional que iremos calibrando y masticando durante las próximas horas. Por mucho que traten de desviar la atención por los errores arbitrales. Que lo harán.

Uno de los argumentos más repetidos estos días por los jugadores para explicar la crisis que le ha costado el puesto a Asier Garitano era la falta de fortuna. Una excusa poco convincente debido a su componente intangible. Son muchos los entrenadores que dicen no creer en la suerte en el fútbol. Hay que reconocer que ayer se alinearon los astros para que la Real sacara adelante un encuentro en el que, para ser justos, pocos pensaban que tenían opciones de rascar algo. Análisis de los hechos sin querer desmerecer la hazaña txuri-urdin. El Madrid jugó el jueves; la Real marcó en el primer minuto en un penalti que era y que sí le pitaron, al contrario que en jugadas parecidas en varias ocasiones años atrás; los blancos dispusieron de muchas opciones para empatar y hasta de un poste; ni el colegiado ni el VAR castigaron una acción en la que Rulli parece tocar a Vinicius en el área cuando el luminoso seguía marcando el 0-1... No pasa nada por reconocerlo. Fue así. Seguro que si hubiese sido al revés podríamos esperar sentados a que el Madrid y su prensa lo reconocieran. A los hechos nos remitimos.

En lo que respecta al juego, la Real no completó una buena primera parte pese a ponerse por delante nada más comenzar el duelo, pero en la segunda sus jugadores dieron un paso adelante, actuaron conscientes de que se encontraban ante una oportunidad histórica que no podían desperdiciar y fueron a por ella. La expulsión justa e indiscutible de Lucas Vázquez le allanó el camino hasta que Rubén Pardo sentenció el choque en un cabezazo a centro de Willian José.

Sí, es cierto, la Real tuvo suerte y se encontró con unas condiciones sobre todo arbitrales que normalmente le han perjudicado de forma notable, pero esto no puede restar ni un ápice de mérito a su flamante victoria en el hogar del vigente campeón de Europa, al que dejó sin esperanzas para intentar seguir la estela del Barça.

Puestos a buscar triunfadores, uno de los héroes fue Imanol, que ya sabe lo que es ganar en el Bernabéu como jugador y como entrenador con la txuri-urdin. El entrenador fue valiente en su reestreno. Apostó por su equipo, por intentar sacar lo mejor de sus futbolistas, en lugar de plantear su táctica en función del potencial madridista. Dicho esto sin comparar a ningún entrenador anterior. El once era reconocible y lo podía haber utilizado contra cualquier otro rival de la Liga. No le condicionó el Bernabéu. Eso seguro que fue un importante voto de confianza para sus pupilos, necesitados de autoestima después de encadenar cuatro derrotas seguidas. Además, aplicó la lógica de Zubieta al dar la alternativa a Aihen Muñoz en el lateral izquierdo y evitar parches improvisados para cubrir las bajas de Theo, por la cobarde cláusula del miedo, y del lesionado Kevin Rodrigues.

Puede que no sea el canterano que más esté sonando o que con más fuerzas llame a las puertas del primer equipo, pero, como anunció su valedor, al navarro no le pudo la presión ni le tembló el pulso. Comenzó tranquilo y jugando fácil, para poco a poco ir animándose con incorporaciones al ataque. Este tipo de problemas en la Real se solucionan así. ¿Que faltan los dos jugadores en una posición especifica? Se busca en el filial y asunto solucionado. Ya se hizo con Kevin en este mismo estadio hace dos campañas. Y eso sumado a que lo que parecía más el Sanse que la Real se llevó los tres puntos y a que Merquelanz, Luca Sangalli, Le Normand y Barrenetxea se estrenaron con Garitano, lo que nos llena de orgullo y de ilusión.

sufrimiento inicial No se puede decir que la Real completara una buena primera mitad. En la acción inicial del choque, Mikel Merino, la gran sorpresa en el once, se internó por la derecha y Casemiro le derribó. Penalti claro que transformó con precisión de cirujano Willian José. A partir de ahí, la Real sufrió mucho. Incluso demasiado. Los blanquiazules defendían con una línea casi de cinco en la medular que solo se rompía cuando alguno de ellos salía a la presión, pero lo hacía con muy poca contundencia, concediendo muchas veces segundas y terceras jugadas. Algo que suele ser sinónimo de muerte súbita en un escenario así.

Pero, por una cosa o por la otra, insisto, sin ninguna explicación tangible, el balón no quiso entrar. No es normal que Benzema, Vinicius Modric, Casemiro y Lucas Vázquez no atinaran en sus ocasiones claras, pero también hay que destacar la actuación de un gran Rulli (magnífica vuelta) y la labor de los dos centrales, que, aunque también cometieron errores, como es lógico en el Bernabéu cuando te asedia el Madrid, fueron de menos a más hasta convertirse en dos auténticos muros.

La Real se fue al descanso en ventaja pero con esa incómoda sensación del que está sentenciado. Y aquí es donde vuelve a cobrar fuerza el mérito de Imanol. El técnico se desgañitaba en la banda para que sus futbolistas trataran de jugar el balón y no lo perdieran con tanta facilidad, ya que iba a suponer una condena de muerte. En la primera acción de la reanudación, Mikel Oyarzabal, que completó una actuación enorme, dejando hasta la última gota de sudor por el equipo tanto en defensa como en ataque, alcanzó la línea de fondo y su centro no llegó a un Willian bien situado. Fue una declaración de intenciones. Algo iba a cambiar en la segunda parte. Y así fue. Los blanquiazules sabían que tenían que atacar si pretendían llevarse la victoria. Es cierto que el Madrid volvió a tener ocasiones, una triple en un córner defendido con muy poca contundencia que salvaron entre Rulli y Willian en dos ocasiones, pero la realidad es que las aproximaciones blancas comenzaron a escasear y, por el contrario, los contragolpes de los donostiarras cada vez eran más habituales. Oyarzabal malgastó la primera llegada clara, al rematar a la segunda a las nubes, a Januzaj se les escapó su rosca marca de la casa tras una gran conducción y Merino chutó flojo a las manos de Courtois.

Por si fuera poco, Lucas Vázquez cometió un error impropio de su categoría al ser expulsado por cortar una contra. Todo estaba de cara, y quien menos o quien más, con nuestra repetida actitud agorera, pensábamos que algo iba a pasar para que la Real se quedara sin triunfo. Reminiscencias de todo lo que nos han birlado en el pasado en un estadio maldito.

Tras una doble ocasión, con dos paradas estupendas de Rulli, en una acción en la que Ramos optó por jugar delante de las narices de un Aritz retorciéndose de dolor, se produjo la citada alineación de los astros cuando Vinicius encaró a Rulli en el área y fue derribado. La imagen deja muchas dudas sobre si toca el balón y el contacto es indiscutible. Increíble. Fenómenos paranormales. La Real ganando en el Bernabéu favorecida por el árbitro. Ver para creer. Con uno menos, el Madrid empezó a partirse y a dejar unos huecos flagrantes. Zurutuza no pudo superar a Courtois en un uno contra uno después de un pase de Oyarzabal hasta que en el minuto 82 Illarra se cansó de ver las opciones tan favorables que estaban desperdiciando sus compañeros, tomó la directa por el centro, abrió a Willian y el centro con música de este lo cabeceó a la red Pardo. Sí, aquel riojano que una vez más habían borrado del equipo sin merecerlo.

La Real ganó en el Bernabéu. Pocos goles han llevado tanta felicidad a los hogares de la afición realista en los últimos tiempos como el de Pardo. No fue ningún sueño, ni tampoco se puede hablar de que no lo mereciera. Es cierto que tuvo su dosis de fortuna, pero si ven los resúmenes de las tres anteriores victorias, y hasta del 0-4 de la Copa, hubo muchas fases en las que se sufrió. Ahora confiemos en que esta hazaña suponga un punto y aparte en la actitud con la que comparece este equipo en los feudos de los gigantes. Si los demás pueden, ¿por qué no iba a lograrlo más de una vez la Real? Del infierno al cielo a la primera. Imanol paga la primera ronda del año. Un triunfo que nos acompañará para siempre. Es lo que tiene el Bernabéu...