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A por ellos: Ningún gol sin abrazo

A por ellos: Ningún gol sin abrazo

Los que me conocen saben que suelo utilizar la expresión “abrazo de gol” cuando me despido de alguien. Sobre todo si la otra persona es futbolera. Aunque me gustaría que hubiese sido una ingeniosa invención mía, he de reconocer que la adopté después de que me la escribiera un buen amigo periodista. Argentino, cómo no. Estos siempre han vivido el fútbol con una pasión distinta a todos los demás. Son diferentes, pese a sufrir la lacra de la violencia, sus descontroladas Barras Bravas. Sus anuncios relacionados con el fútbol acostumbran a ser magníficos, siempre con tintes de humor y capaces de emocionarte y encenderte casi tanto como cuando tu equipo anota una diana.

Reconozco que tengo una especial predilección por todo lo argentino. Me hacen mucha gracia. Como ejemplo los dos audios que circulan como la pólvora por los distintos grupos de whatsapp en el que un anónimo, primero muestra su indignación a grito pelado y sumido en la mayor de las desesperaciones, suplica a su selección para que se clasifique para el Mundial, con perlas desternillantes como “200.000 patadas hay que pegarles” o “lo único que nos queda es el fútbol. No me rompan las pelotas con que hay cosas más importantes. ¡El Mundial es lo más importante! Cuatro años esperando, es lo único que nos queda. Jueguen por la gente, ¡inútiles!”. La segunda es más moderada, ya que prefiere tomarse con filosofía una declaración de Dybala en la que decía que para él era difícil jugar con Messi porque ocupaban la misma posición. Tras no poder evitar la risa, no tarda en entrar en ebullición al contestarle que “difícil es jugar con vos para Messi. Difícil es jugar con los muertos de mis amigos, nunca con Messi. ¡Tenés que cerrar los ojos y dársela siempre a Messi!”. Sin olvidar el memorable vídeo que grabaron a escondidas los hijos del fanático hincha de River en el partido en el que descendió a la B. Si no perdió varios años de vida en esos 90 minutos poco le faltó.

Soy muy fan de las relaciones que se crean entre los abuelos y los nietos. Por eso me encanta el anuncio de Movistar, en el que dos chavales se enteran de que su abuelo ha dejado de ver los partidos porque no hay nadie de su equipo en el asilo y no tiene con quién celebrar los goles. Sus nietos van a buscarle con el ipad, se sientan en un descampado y le piden que grite lo más alto que pueda los tantos de los suyos.

No entiendo el gol sin su consiguiente celebración. Me resulta absolutamente antinatural con las tensiones y los nervios que deben soportar por dentro, la pose de los dos presidentes sentados codo con codo y sin poder gesticular cuando anotan sus jugadores. Yo sé que debo controlarme también en el palco de prensa, pero más de un entrenador de cada equipo que graba temas puntuales de los encuentros para analizarlos y colocan sus cámaras entre los periodistas seguro que tiene grabadas más de un festejo más propio de un fondo que de una tribuna de medios. Si la Real marca en la portería de mi izquierda, celebro con Mikel Encinas, de MD, si lo hace en la derecha, con mi pobre compañero Marco Rodrigo, que creo que ya está más pendiente de la que se le avecina que de cantar el gol.

A lo que iba. De las derrotas que ha cosechado la Real esta semana, y aunque sea consciente de que escuece mucho más la del Levante, hay una circunstancia que me tiene bastante inquieto. A nadie se le escapa que la afición txuri-urdin se siente orgullosa de su equipo y que está muy satisfecha de cómo juega y de sus buenos resultados. Pero la realidad es que todavía no ha podido celebrar como merece un gol mítico en el estadio, de esos en los que la piña con tus amigos casi provoca que os caigáis escaleras abajo.

Así a bote pronto, me acuerdo como victorias de mucho mérito, las de Villarreal de este año y de la Copa del año pasado, la del Atlético, pero cuyos goles llegaron de penalti, que provoca festejos de segunda, y ninguna más. Como emocionante rescato también el gol de Willian al Barcelona, pese a que la alegría no fue completa por el posterior empate de Messi. Además de, por supuesto, el ya inmortal cabezazo de Juanmi en Vigo.

El año pasado, de los europeos, solo cayó el Atlético en Anoeta. Y yo creo que tiene una explicación. Buenos entrenadores, grandes jugadores y un conocimiento absoluto de lo que le espera enfrente, porque la Real siempre propone lo mismo. Lo dijo el propio Eusebio en verano, “tenemos que reinventarnos, porque ya nos conocen”. Hasta la fecha no hemos podido apreciar ningún atisbo de dichas intenciones. Y ya se nos han ido los puntos ante uno de los más grandes. Con las ganas que tenemos de gritar como el abuelo con sus nietos. Con las ganas que tenemos de estrujarnos con abrazos de gol. El Valencia es un gigante dormido aspirante a regresar a Europa, por lo tanto peligro. ¡A por ellos!