cuando se estilaba confesarse con el sacerdote de turno, sabíamos de sobra que debíamos seguir un protocolo. Lo conocíamos de memoria: examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia.

Aún lo recuerdo como si fuera hoy, aunque a estas horas en muchas iglesias ya no quedan ni confesionarios, ni cortinitas, ni curas y sobre todo feligreses que se atrevan a contarle a un desconocido las luces y las sombras de un comportamiento. La Real que se enfrentó al Real Madrid pecó de lo lindo. No hizo falta que contara los errores porque los vimos todos. Le dolió y ha cumplido esta semana la correspondiente penitencia tras la derrota.

Se supone que hubo examen de conciencia. En las palabras de Iñigo Martínez pareció claro que existía un propósito de enmienda, Algo que faltó, un día después, en las de Zurutuza, que salió a la sala de prensa a hablar con las mismas ganas que tengo ahora de correr el maratón de Sevilla. Los futbolistas suelen quejarse de las preguntas que se les realizan en la sala de prensa. “Siempre son las mismas”, dicen. Son las que les gustan porque las controlan, pero cuando entras en terrenos pantanosos y más incómodos para ellos, se rebotan bastante, cortan y atajan. Lo mismo que los técnicos.

En esta semana de pecados ha habido otras confesiones. Entretenidas, por cierto. Algo así como un vodevil o comedia de arte y enredo. Visitas, encuentros, contratos, propuestas, ¿me vas a decir que no?, sudores, sofocos, taquicardias? como constatación de que todo era verdad. Nadie niega nada. El que calla, otorga? Nos han pillado con el carrito del helado. Ya sabéis, lo de casi siempre.

Hay pecados y pecados. Mortales y veniales. No existe el menor propósito de arrepentimiento, porque se repiten desde tiempo inmemorial. El camino está plagado de ellos. Inolvidables. En el mismo campo en el que ayer recuperamos prestigio y puntos con dos goles de ventaja, hace años nos cantaron a coro el riau, riau y nos mandaron a Segunda sin que nadie de la orquesta desafinara, aunque también es cierto que el equipo puso mucho de su parte para pegarse el estacazo. De aquel desastre, diez años después, solo Mikel González y Xabi Prieto repitieron sobre el mismo césped y supongo que a ninguno de los dos se les habrá olvidado el rejonazo.

Osasuna pocos años después también bajó a Segunda. Purgó y de qué manera actuaciones poco ejemplares. Imposible creer en todo lo que fue saliendo a la luz pública sobre comportamientos pecaminosos de alto voltaje. Estuvo a punto de bajar a Segunda B. Se rehizo milagrosamente de la mano de un entrenador talismán para ellos como es Martín Monreal, que un año más tarde lo devolvió a Primera y que ahora pelea por mantenerlo con la cara alta y con la necesidad de ganar y recuperar la dignidad perdida.

Para ello, pone sobre la cancha todo lo que dispone, que ayer no fue suficiente. En El Sadar mantiene el apoyo de su gente. Los rojillos cuentan en la grada con un enorme capital, no medible en euros, pero sí en pasiones. A ellas se aferra el equipo. Una contra, un córner, un despeje largo, un saque de banda prolongado, una falta en la frontal? todo eso se aplaude y jalea a la inglesa, porque por ahí pueden llegar el gol y la victoria.

Lo saben ellos, lo sabemos nosotros, también Eusebio y sus futbolistas. Avisados estaban. Podríamos decir que los realistas no perdieron la concentración ni un minuto, pese a las faltas laterales y a los once saques de esquina que llegaron desde los flancos. Acertó a marcar un gol psicológico al borde del descanso. No lo merecía por juego y oportunidades, pero la jugada fue de lo mejor que el equipo protagonizó en el primer tiempo.

Un tanto en el fútbol vale oro y dos son una fortuna. Este llegó en una acción desafortunada de la zaga rojilla. Sentencia, tres puntos y notable margen de mejora, porque el partido fue un tostón, con muchos fallos y poco juego. Tampoco esperábamos otra cosa, porque el rival plantea partidos incómodos hasta el final. En eso nada es reprochable, ni en ellos ni en los realistas que lo pelearon todo.

He hablado de pecados. Malo sería que los realistas se lo creyeran y que se cegaran por el valor de la victoria. Dos semanas de calma por delante con partidos internacionales de selecciones, que nos deben servir para comprar tiempo al rebufo de los tres puntos merecidos a las orillas del Sadar.