La Real perdió contra el Espanyol. Se puede agotar el manual de excusas para encontrar justificaciones a su nuevo fracaso, pero lo cierto es que este equipo es un desastre en este inicio de campeonato. Mal organizado, sin un patrón de juego definido, con una facilidad pasmosa para romperse y venirse abajo y con un déficit sonrojante en cuestiones tácticas y de estrategia, el conjunto txuri-urdin ha cogido un mal color incomprensible si se tiene en cuenta el nivel de la plantilla que ha construido en verano.

No se puede entender. Sobre el papel, esta Real estaba llamada a jugar bien, convencer, hacer disfrutar y ganar muchos encuentros, pero hasta ahora solo cuenta sus apariciones por decepciones. Y no, señor Moyes, no es una cuestión de mala suerte, sino de que no acaba de arrancar el equipo, que parece en una situación inconcebible de desgobierno. Por mucho que se empeñaran en el club en corregirlo haciéndole rectificar, parece que el diagnóstico real de lo que sucede dentro es el que emitió Zurutuza con su habitual naturalidad y espontaneidad, y no la versión diplomática que contó Rulli el viernes.

En la entidad y en el vestuario hay marejada interna y la cosa pinta muy mal cuando seguimos en los albores de una temporada que ha pasado de ser la más ilusionante sobre el papel en mucho tiempo a hacerse demasiado larga cuando no hemos llegado ni a octubre. Si de verdad en las tuberías del club la cosa no funciona, tal y como confirman off the record desde casi todos sus estamentos, y pese a ser su principal valedor, al presidente no le debería temblar el pulso en tomar decisiones, porque así no vamos a ninguna parte. No podemos perder el tiempo si el tema es tan grave y no parece que vaya a encontrarse soluciones.

Una de los puntos fuertes, a priori, que tiene este equipo es la cantidad de alternativas que proporciona su plantilla larga, por lo que a nadie le puede extrañar que Moyes introdujese tres cambios en su once respecto al equipo que perdió en el Villamarín.

Granero, que aún no había debutado esta campaña, y Canales y Agirretxe, que habían tenido una presencia casi testimonial en las postrimerías de las segundas partes entraron en lugar de Rubén Pardo, Xabi Prieto y Jonathas. Las novedades podían gustar más o menos, pero entraban dentro de la lógica, sobre todo si se tiene en cuenta que el martes se juega en Granada y el domingo llega el derbi.

No es cuestión de alimentar el debate, pero en el once solo había cuatro canteranos, lo cual no es ni mejor ni peor, pero choca frontalmente con el mensaje que lanzaron Aperribay y Loren a principios de verano. Y no es solo en este tema, ha habido bastantes más, lo que no deja de ser desconcertante. Otro punto a destacar fue que solo acudieron 17.000 espectadores a Anoeta, cuando, pese a que el horario no acompañaba, no ha pasado ni un mes desde que la llegada de Illarramendi desatara la euforia en la afición.

La Real no completó una buena primera parte, pero al menos se le vio con más intensidad y ganas de llevar la iniciativa. Canales intervino mucho en la mediapunta, aunque la mayoría de sus acciones no se tradujeron en ocasiones de peligro. La verdad es que los blanquiazules dominaron sin generar casi oportunidades antes del descanso. El mejor fue un Alberto de la Bella magnífico que recordó a su mejor versión del año del cuarto puesto. El catalán no paró de subir por su banda y se merendó a un Bruma que sembró de dudas el acierto de su contratación.

A los nueve minutos, tras una buena recuperación de Illarra, un servicio de Canales lo envió fuera muy forzado Vela. El mexicano fue bien recibido por la grada, como era previsible (aunque al retirarse después recibió bastantes pitos), y en casi todas sus acciones demostró estar un peldaño por encima en talento, pese a que sigue lejos de su mejor estado de forma. Los realistas no se acercaron más a la portería de Pau López hasta el gol. De la Bella siguió con valentía una jugada de Canales y se llevó el rechace de su mal centro para servir casi desde el suelo un balón perfecto que Agirretxe convirtió en el primer tanto txuri-urdin de esta Liga.

El gol no espoleó demasiado a los locales, que siguieron con un dominio gris basado en posesiones largas pero de escasa profundidad. El Espanyol hizo acto de presencia en los aledaños del marco realista en un disparo de Roco que desvió a córner Rulli. A los 40 minutos, Víctor Álvarez filtró un gran pase entre los dos centrales y el argentino llegó tarde y derribó a Marco Asensio cuando ya le había dejado atrás.

Mala decisión del meta, que tenía que haberle dejado marcar, ya que su acción le costó el penalti y la expulsión, aunque siempre es difícil de frenarse. Gerard Moreno bautizó el debut de Oier transformando la pena máxima y en el entreacto la cosa volvía a pintar negra para la Real.

peligro del Espanyol En la reanudación sucedió lo previsible. Nada más comenzar, Vela puso un balón de oro en la cabeza de Agirretxe que no consiguió rematar al intentar peinarlo. Ahí estuvo la clave del duelo, porque el Espanyol poco a poco comenzó a dominar y a causar estragos con la velocidad de sus delanteros. Hernán Pérez avisó con un chut cruzado que se marchó a córner y Gerard Moreno puso a prueba a Oier. Illarra también dispuso de una buena ocasión en un rechace, pero su disparo forzado lo desvió López. Cuando al Real comenzó a perder pie por falta de gasolina, un centro de Hernán Pérez lo cabeceó de forma magnífica Roco al fondo de las mallas.

El gol parecía el punto final, pero los realistas, en un arrebato de orgullo, consiguió empatar en una jugada entre los dos cambios que introdujo Moyes. Chory sirvió desde la banda y Jonathas se estrenó como goleador tras controlar dentro del área. El brasileño hizo un claro gesto despectivo al banquillo, algo que no se puede entender ni admitir cuando estamos en la cuarta jornada y aquí todavía no es nadie. Pero como este equipo es un desastre, no pudo ni aguantar el punto al recibir un tanto en un saque de esquina en una jugada de estrategia, suerte que, desgraciadamente, no dominan los blanquiazules, puesto que sacan todos sus córners al bollo.

Cuatro jornadas y dos puntos. El mal comienzo empieza a derivar en una peligrosa crisis. El equipo necesita reaccionar ya. Si no lo hace esta semana, la cosa puede estallar. Porque en el horizonte, aparece el Athletic, y ese día de nada servirán las excusas, ya que, entre otras cosas, las han agotado cuando no llevamos ni dos meses de competición.