La eclosión llegó a las 12.57 horas. 180 minutos antes, sin embargo, cuando el sol acertaba a despuntar en los aledaños del recinto durangarra de Landako Gunea, se hacía difícil siquiera hacerse un hueco en los alrededores para echar un café. La marea jeltzale empezó a desembarcar desde diversos puntos de Euskadi colapsando aparcamientos y descendiendo de los autobuses. Apurando los sorbos se ha podido ver a más de uno repasando las hojas de este mismo diario dispuesto a emprender minutos después lo que rezaba el titular: “El PNV inicia la era Pradales”. Desde Bilbao a Gasteiz, desde Zarautz a Igorre, Donostia, Erandio o Plentzia... Todo el torbellino de fieles, simpatizantes y cargos del partido se disponía a convertir la mañana de hoy de la proclamación oficial del candidato a lehendakari, y de quienes le acompañarán en las listas, en un tsunami, con más de 2.500 personas abarrotando unos pocos metros cuadrados que se han quedado escasos para la ocasión. Más de una ha lamentado no haberse llevado el abanico desde que la temperatura comenzó a subir. Cuatro minutos antes de las 12.00, el pabellón tronó. El pasillo que condujo en volandas hasta la primera fila a Pradales, escoltado por el presidente del EBB, Andoni Ortuzar; los cabezas de lista de Araba y Gipuzkoa, Joseba Díez Antxustegi y Bakartxo Tejeria, respectivamente; así como por el lehendakari Iñigo Urkullu, resultó como una pértiga que divisa el cielo en busca del éxito. Los sones del Gora ta gora hicieron el resto del calentamiento y la exhibición de músculo ha sido total. Un baño de masas.

Con la plana mayor del actual Ejecutivo vasco como espectadores de lujo y la masa ya enfervorecida, de entrante, una arenga, la de quien sabe mejor llevar el timming. Esta vez ejerciendo como telonero, Ortuzar ha leído un poema de Artzer (“Bebo de la fuente vieja, bebo agua nueva, agua que siempre es nueva…”), dedicado a la savia nueva que recoge ahora el testigo de una alineación que se ha mencionado por parte de los intervinientes en más de una ocasión: José Antonio Aguirre, Jesús Leizaola, Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza, Juan José Ibarretxe e Iñigo Urkullu. Los que han sembrado un camino de 128 años. Ha ironizado el presidente del EBB con que su ligera afonía no se debía solo a lo acontecido la noche del miércoles en San Mamés antes de subrayar su reconocimiento al desempeño del actual jefe de la Lehendakaritza. De hecho, Urkullu no ha quedado en un segundo plano y se ha llevado una ovación prolongada durante minutos que le ha obligado a ponerse en pie como agradecimiento.

Si el acto se abrió con dantzaris, de entre la multitud apareció el bertsolari Iker Belaustegi antes de que Díez Antxustegi tomara la palabra. Verbo suelto, ágil, sin casi papeles, y como asentían entre la militancia, “chico de los guapos”. “Aquí empieza todo”, lanzaba el joven dirigente alavés. Tejeria hablaría luego de “coherencia y compromiso” como señas, y Oihane Agirregoitia, la candidata a las europeas, se llevaba la mano al corazón prometiendo desempeño. Faltaba la traca.

Tres minutos antes de la una, y tras oír cantar a la jarrillera Eva Martín, ha saltado a la arena Pradales. Su prólogo dedicado a su ama, su “termómetro”, ha tocado la fibra y de alguna pupila brotó agua, esa “agua nueva” metaforizada por Ortuzar. La seguridad y la convicción han marcado su primera aparición pública como aspirante oficial. También la voz quebrada por la emoción. “Somos porque fueron y serán porque somos. Katea ez da eten (La cadena no se rompe)!”, ha verbalizado ya con el respetable desatado. Entre el público solo ha faltado el mítico Belauste para soltar el “¡A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo!”.

Y rompieron todos en aplausos: Itxaso Atutxa, Joseba Egibar, Juan Mari Atutxa... y así hasta cientos de palmas rotas de chocar. 29 minutos de discurso centrado, alejado de probetas de laboratorio. Entregado a la tripulación, Pradales cruzó el Rubicón y la afición, con deberes en el zurrón, se disolvía henchida de optimismo. “El PNV de siempre, y además nuevo”, ha titulado alguien a la espalda.