Durante el mandato de Iñigo Urkullu se han producido importantes cambios de escenario en la política vasca y estatal que, no obstante, no han supuesto que sea desplazado de Ajuria Enea. En esta década se ha consolidado el nuevo escenario de paz tras la disolución de ETA, la izquierda abertzale se ha asentado en el tablero tras su legalización y trata de presentarse como una alternativa viable de gobierno mientras normaliza relaciones con posibles aliados, se ha asistido al nacimiento y a cierto ocaso de la nueva política de Podemos y C’s, han emergido liderazgos de tono más populista o con mayor carisma en el Estado...

Además, han estallado las crisis de la pandemia del coronavirus y la guerra en Ucrania, con la consiguiente subida de precios, que en teoría es una máquina que devora gobiernos. Por ahora, las encuestas reflejan que Urkullu mantiene el apoyo electoral y, en esta década, ha seguido una proyección al alza (27 escaños en 2012, 28 en 2016 y 31 en 2020). En contraposición, diez representantes políticos vascos y estatales han sido defenestrados o han abandonado la política por propia iniciativa al haber sido relegados o no encontrar su hueco.

Para conocer las claves que explican este respaldo electoral a Urkullu como lehendakari durante una década, este periódico se ha puesto en contacto con la doctora en Ciencias Políticas y Sociología e investigadora principal del Deustobarómetro, María Silvestre; y también con el politólogo, profesor en la Universidad Carlos III de Madrid y habitual analista en medios de comunicación estatales, Pablo Simón, para conocer la perspectiva de alguien que sigue la política vasca desde el otro lado de la barrera.

El perfil del PNV como partido atrápalo todo, transversal, que llega a diferentes capas de la sociedad; la apuesta por un liderazgo tranquilo tras años de polarización política en Euskadi y décadas de violencia; o la imagen de un líder confiable en tiempos de incertidumbre son algunos de los argumentos que ponen sobre la mesa. En el lado negativo, consideran que Urkullu no se ha destacado por sus gestos de cercanía, como dice Simón, o que puede llegar a proyectar aburrimiento, a juicio de Silvestre.

¿POR LA HEGEMONÍA DEL PNV?

¿Cómo se explica el respaldo a Iñigo Urkullu? ¿Únicamente por la hegemonía del PNV como marca electoral, o hay un voto que lo apoya a él de manera expresa por su perfil transversal? María Silvestre cree que “el mérito del mantenimiento del lehendakari Urkullu en la presidencia del Gobierno vasco durante una década convulsa puede explicarse tanto por factores personales como por factores políticos relacionados, precisamente, con el hecho de que el PNV se ha convertido en un partido transversal, situado en un amplio centro político que recibe el apoyo electoral de amplios y diversos sectores de la población vasca”. “Sin duda, el carácter y personalidad de su líder es también importante a la hora de entender la permanencia de Iñigo Urkullu en la Lehendakaritza”, añade.

Pablo Simón dice que la sociedad vasca quería alejarse de la polarización política tras décadas de violencia, y que el PNV se ha transformado en un partido atrápalo todo. Cree que, tras la desaparición del terrorismo, el PNV “ha pasado de ser un partido que tenía esencialmente unas bases de identidad vasca o más vasca que española, y de gente situada en el centro o centro derecha, a ser un partido atrápalo todo”, y que “se ha beneficiado del contexto de alejamiento de la polarización previa”. Opina que el PNV, al contrario de lo que ha sucedido en Catalunya, ha ofrecido algo más que un independentismo fuerte: gestión, con un perfil en el que ha “limado sus aristas soberanistas”.

Añade que estas circunstancias han surgido en paralelo a la llegada de Urkullu, de manera que es difícil descifrar si su liderazgo modula al PNV o el PNV modula su liderazgo, y traza un paralelismo con Angela Merkel en Alemania: “Llega siendo alguien desconocida y poco carismática, pero lo hace a lomos de la democracia cristiana, que ensancha sus bases y se beneficia de la erosión de sus rivales, lo que amplía su propia figura”. “El PNV es cada vez menos antipático entre amplios sectores de la población, y a Urkullu le beneficia. Y desde el poder es más sencillo construir un liderazgo”, agrega. 

De ahí que crea que la situación no es comparable a la del PP vasco (descabezado tres veces, pero sin poder institucional al que sacar partido electoral). Otra constatación es que, en pandemia, las malas políticas se han imputado al Estado, y los líderes autonómicos que han tenido elecciones han sido reelegidos. Y “es evidente que los datos del PIB vasco son positivos”.

¿UN LÍDER GRIS?

Urkullu, un líder gris y estático para sus detractores, se mantiene en el cargo mientras emergen en el Estado otros tipos de liderazgo en las antípodas, como el populismo de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, o el carismático Pedro Sánchez en el Gobierno español. María Silvestre lo explica: “Creo que la clave está en la confianza y en la transmisión de seriedad. En épocas convulsas y complicadas como las que estamos viviendo, el populismo crece porque ofrece (falsas) certezas a problemas complejos, parece tener las respuestas a nuestros problemas y la gente necesita certezas y respuestas. Esta certeza te la puede ofrecer el populismo, pero también te la puede ofrecer un personaje público que inspire confianza y seriedad, alguien de quien te puedas fiar, y durante años, el lehendakari Urkullu ha transmitido esta imagen de persona fiable y confiable”.

Pablo Simón dice que todo depende del tipo de líder que exija el contexto. “En un momento de insatisfacción con la política o voto protesta, liderazgos más excéntricos pueden tener más capacidad de penetración. Cuando buscas una situación de moderación tras muchas décadas de polarización, o incluso ahora, donde lo que quieres demostrar es seriedad y perfil de gestión, liderazgos de este tipo son precisamente los que están alineados. Urkullu tiene un perfil que se corresponde más a esta Euskadi que quiere una normalización de la vida política”, dice. Euskadi venía de décadas de violencia y de polarización también por el rechazo del constitucionalismo a las propuestas de autogobierno del lehendakari Ibarretxe.

En cuanto a los puntos fuertes y débiles de Urkullu, María Silvestre cree que tiene una cualidad que puede ser ambos a la vez: “su perfil gris, más tranquilo y pausado, transmite seguridad, seriedad y certeza, pero a la vez aburrimiento y algo de pereza”, aunque opina que lo positivo supera a lo negativo. Pablo Simón cree que, en tiempos de incertidumbre, tiene la ventaja de ser un líder “previsible y confiable”. Pero no acierta en proyectar “empatía” o “cercanía”.

¿CUARTO MANDATO?

Sobre la posibilidad de que Urkullu opte a una cuarta reelección y si podría estar quemado en un momento en que cotiza al alza la regeneración, María Silvestre no considera que esté quemado y dice que, si se presentase, “volvería a obtener un buen resultado para su partido; sin embargo, sí puede estar quemado a título personal tras tantos años de asunción de responsabilidades”. “Además, también considero que el relevo en las instituciones es positivo, ya que un largo periodo en los ámbitos de toma de decisión puede generar desgana y falta de motivación para emprender cambios o propuestas más creativas”, argumenta. 

Pablo Simón dice que, en términos de popularidad, las encuestas son favorables al PNV, pero la decisión se precipitará en función de lo que ocurra tras las elecciones municipales y forales de mayo. Cree que, si los jeltzales sufrieran desgaste o EH Bildu tocara poder, podría ser una señal interna para reemplazar su liderazgo.