UN lustro ya, cinco años, ¡¡¡han pasado tan rápido, y han dado lugar a tantas y tantas noticias que la efeméride me permite acompañar la merecida felicitación a todo el equipo del periódico a todos nuestros lectores por esta efeméride con un balance sobre el momento político que nos está tocando vivir!!!
Ahora más que nunca es preciso precisar los términos del tan cacareado, entronizado, mitificado y valorado cambio político. Desde su inicio, este Gobierno y su líder han puesto el acento en aquello que a su vez más criticaban a sus predecesores: la defensa de factores simbólicamente identitarios por encima de los intereses reales del país. Hay ya muchos ejemplos de esta forma de gestión política más sujeta a la repercusión mediática que a la eficacia de su intervención. Y a su vez hay que combatir dialécticamente la falsa movilidad política del Gobierno, esa especie de permanente agitación en la superficie, en lo mediático, a modo de señuelo que encubre la falta de criterio para aportar nuevas soluciones a viejos problemas sin solución.
Este pseudomovimiento continuo (moverse aparentemente de forma continua para en realidad no hacer nada renovador), la búsqueda interesada de la polémica para encender sentimientos negativos, y hacer del victimismo y de una suerte de renovada concepción posmoderna de nuestra sociedad vasca el motor de su acción política, pasa factura social y política.
La pirotecnia política, el discurso negativo, prima en los medios. Y la complicidad de una abrumadora mayoría de medios de comunicación (públicos y privados) trata de aportar coherencia política, iniciativa y fuelle político a un Gobierno que parece más ocupado en cuestionar el papel como actor político de las diputaciones forales y en mirar atrás, criticando con el retrovisor político las actuaciones de anteriores gobiernos. El coste de este tipo de política es fortísimo: rompe más puentes de los que crea. Consolida su base ideológica dura, cercana, pero aleja a quienes desean, de verdad, un acercamiento entre las diferentes concepciones de sociedad, de futuro institucional y de identidad que coexisten en Euskadi.
Y radicaliza las posturas. Se extiende la percepción de desencuentro, y ese clima ayuda muy poco a trabajar en torno a los verdaderos retos que tenemos, como ciudadanos y como sociedad, retos a los que NOTICIAS DE GIPUZKOA sigue fiel desde el primer día de su andadura, hace ahora cinco años.
La obsesiva invocación de normalidad institucional y política por parte del Gobierno López deja abandonado, como un pecio hundido tras la marea, el verdadero reto de la normalización política de Euskadi. Se trabaja ideológicamente en la pretensión de identificar normalidad democrática con armonización, subsumiendo el sentimiento identitario vasco bajo la mimética forma de entender el hecho territorial español.
Presentar tal civilización del discurso político como prueba de modernización de la política vasca esconde el deseo de minusvalorar lo vasco, por rebelde. Contraponer normalidad a excepcionalidad persigue en realidad identificar el actuar de anteriores gobiernos de Euskadi con el antisistema, con la ruptura del modelo institucional preestablecido. Nadie desde anteriores gobiernos ha subvertido el orden establecido.
No sé si, como afirmó el dirigente socialista Pastor, el cambio ha venido para quedarse (supongo que entonces ya no será tal cambio, sino continuismo), pero no debe olvidarse que tener un proyecto político y defenderlo, siempre que se cuente con el respaldo social necesario y se haga a través de los cauces legales establecidos, representa la norma suprema de la convivencia en democracia.