e, y con razón, que África es el continente del futuro. Sin embargo, es cierto también que esa esperanzadora perspectiva se conjuga con la existencia actual de enormes problemas estructurales que le afectan desde hace décadas.

Por ofrecer algunas ideas que puedan ilustrar esta primera afirmación. África tiene la población más joven del mundo y se calcula que más de la mitad del crecimiento de la población mundial de aquí a 2050 se producirá en África. De los actuales 1.300 millones pasaría a 2.500 millones de habitantes dentro de 30 años. África dispone de los estados más frágiles y débiles del mundo. Hay problemas de seguridad y paz, organización del estado de derecho y buena gobernanza, que son condiciones previas para alcanzar la estabilidad y el crecimiento económico y social sostenible a largo plazo y para combatir la desigualdad y la corrupción. En África 390 millones de personas viven actualmente por debajo del umbral de la pobreza, con una evidente falta de inclusión, que estimula las desigualdades y donde la pandemia de la covid-19 ha exacerbado sus vulnerabilidades. La igualdad de género y la atención a los jóvenes y sus expectativas deben ser también una prioridad a tener en cuenta.

El continente africano se ve especialmente afectado por los efectos negativos del cambio climático y las diversas fuentes de contaminación atmosférica, del suelo y del agua. Tiene una agricultura vulnerable y las tasas más bajas del mundo de acceso a la energía. La electricidad solo llega a la mitad de su población.

Sin embargo, y a pesar de todo, África, como continente rico en recursos, con economías dinámicas en desarrollo que registran elevados niveles de crecimiento, con una creciente clase media y una población joven y creativa, es un continente de oportunidades que ha demostrado en numerosas ocasiones que es posible el progreso económico y el desarrollo.

Las relaciones de la Unión Europea con África son de la máxima importancia para el futuro de nuestros dos continentes. La prosperidad de ambos está íntimamente ligada. Los europeos debemos entender que nuestro crecimiento, bienestar y seguridad dependen de lo que ocurre en África, quizá en mayor medida de lo que pueda ocurrir en cualquier otra parte del mundo. El desarrollo humano, la consecución de los ODS y la erradicación de la pobreza deben seguir siendo el núcleo de las relaciones entre la UE y África. Y los contactos y la colaboración entre los dos continentes deben fomentarse en todos los niveles y entre todos los sectores de la sociedad.

Los europeos debemos tener claro que en nuestra relación con África es necesario dejar de lado la lógica de donante-receptor y establecer, por el contrario, auténtica alianza. En Europa debemos superar la idea de que el dinero destinado a África únicamente se debe materializar para evitar la inmigración irregular. Tenemos que defender una verdadera asociación "continente a continente" entre la Unión Europea y la Unión Africana. Una alianza estratégica, beneficiosa para todos, que refleje los intereses de ambas partes y refuerce los vínculos entre los dos continentes. Construir, en definitiva, una verdadera asociación entre iguales para pensar y crear juntos, y que tenga coherencia con los contextos locales, nacionales y regionales africanos y las necesidades específicas de los europeos y africanos.

Para todo ello, resulta imprescindible asociar a la sociedad civil africana y a la europea, incluidas ONG, las autoridades locales, el sector privado, la diáspora y los parlamentos de ambos continentes, a los jóvenes, a las minorías y a las comunidades religiosas. La relación debe estar centrada en las personas y debe ser inclusiva y accesible para todos. Y combatir todas las formas de racismo, discriminación racial, xenofobia y otros tipos de intolerancia relacionados con estos fenómenos, dentro y fuera de sus fronteras.

La relación entre la UE y la Unión Africana debe basarse en el respeto mutuo y en la empatía respecto a quien se encuentra claramente en una posición más débil. Así, hay que tener en cuenta todas las causas estructurales y los factores externos de la inseguridad y la pobreza en África, abordando las causas subyacentes de los conflictos, el hambre, el cambio climático, las desigualdades, la falta de servicios básicos y los modelos agrícolas inadecuados, y promover soluciones políticas e inclusivas a los conflictos, adoptando un enfoque integral sobre la reducción del sufrimiento de las capas más vulnerables de la población.

África tiene enormes problemas y debilidades, pero todos somos conscientes de que el potencial de África atrae un creciente interés de muchos actores de la escena mundial. Es preocupante que, en muchos ámbitos, África se haya convertido en un nuevo escenario de competencia entre las grandes potencias. La UE es una de las primeras en ayudar al continente africano (cinco veces más que China o Estados Unidos), mientras que las políticas aplicadas por otros agentes perjudican a las naciones africanas, lo que también tiene repercusiones negativas en la UE. Hay terceros países que persiguen diversos objetivos particulares que deben preocuparnos.

Los europeos debemos asumir nuestra propia responsabilidad y tratar con respeto y reconocimiento a África, olvidando cualquier vestigio de dominación. Nuestro objetivo debe ser reforzar la resistencia y la independencia de nuestros socios africanos, evitando que las acciones de otros actores, especialmente de China y de Rusia, promuevan exclusivamente sus intereses geopolíticos y se centren en un unilateralismo que subraya sus propios beneficios, en detrimento de la soberanía de los países africanos y de la seguridad europea. Por eso, la UE debe propugnar un desarrollo próspero y positivo a largo plazo del continente africano, sobre la base del pleno respeto de los derechos humanos, la libertad, una gobernanza transparente y receptiva y la lucha contra la corrupción, elementos que son esenciales para garantizar en África un entorno político, social y económico estable e integrador. La UE está obligada a guiarse por nuestros valores compartidos y por las prioridades y necesidades articuladas por nuestros vecinos africanos. La UE tiene que convertirse en una fuente de estabilidad y fiabilidad en la región, desempeñar un mayor papel geopolítico en África y establecer relaciones que tengan en cuenta el bien de todos, basándose en el desarrollo humano sostenible, que incluye el respeto y la preservación de la diversidad cultural y lingüística del continente vecino.

La UA y la UE representan conjuntamente un peso político de 81 países en el mundo y es preciso subrayar la importancia que ambos continentes asociados deben jugar dentro del sistema multilateral para reforzar un orden internacional basado en normas democráticas y una mayor equidad e igualdad. Una asociación de vecindad fuerte y constructiva entre Europa y África no solo requiere una UE fuerte, sino también una Unión Africana fuerte, por lo que debemos apoyar sus esfuerzos de integración a nivel regional y continental, como la institucionalización y el fortalecimiento de la Unión Africana.

Los europeos tenemos razones para ver de manera muy crítica el pasado. En un mundo global, africanos y europeos no podemos seguir hablando sólo de migración. La migración, siendo preocupante en sus distintas acepciones, es simplemente el epifenómeno de lo que pasa en un continente que dentro de 30 años será el más joven del mundo y el más cercano a Europa.Tenemos que tener una relación de vecindad respetuosa y constructiva. Compartimos preocupaciones como el cambio climático y la movilidad humana, y debemos decidir juntos la estrategia a seguir. El modelo pasado fundamentado en la mera ayuda y la donación debe terminar. Si queremos a una África próspera como se merece, nos toca contribuir decididamente a su futuro, a su estabilidad política e institucional basada en los derechos humanosy propiciar su educación, empleo, estabilidad y progreso económico y social. Senador de EAJ/PNV