‘Elkarrekin urrunago’ ha sido el eslogan corporativo que, hasta hace dos años y por espacio de mucho tiempo, ha utilizado la cooperativa Orona como estrategia de reputación y de marca para poner en valor los valores cooperativos frente a los de las empresas de capital, tras la integración con la también cooperativa Electra Vitoria, que atravesaba algunas dificultades económicas. Ese crecimiento inorgánico del fabricante de ascensores continuó con la adquisición de pequeñas empresas locales del sector de la elevación, tanto en el Estado como en Francia, Benelux o Reino Unido, por citar algunos ejemplos.

Dos años después, Orona parece que ha abandonado ese compromiso de intenciones y está liderando, junto con la cooperativa Ulma, el koopexit sin que nadie llegue a entender, con la importancia que tiene, las razones para protagonizar este proceso de salida de Mondragon, la urgencia por desarrollarlo cuanto antes y la idoneidad del momento que se ha elegido, teniendo en cuenta la incierta y cambiante coyuntura económica en la que nos encontramos.

Desde todo punto de vista no parece razonable que dos de las cooperativas más importantes del área industrial de Mondragon hayan iniciado este koopexit con la celeridad que le quieren dar desde sus órganos de gobierno y dirección, sin que los socios cooperativistas hayan tenido conocimiento, previamente, de sus intenciones.

Lo más grave del asunto es que los propietarios de esas empresas, es decir, los socios cooperativistas, se hayan enterado de una decisión tan transcendental para su futuro a través de la prensa, mediante filtraciones interesadas que, en una política de hechos consumados, tienen como objetivo establecer a priori una opinión generalizada hacia el objetivo que pretenden sus promotores. Todo un ejemplo de transparencia y participación, mucho más en empresas de economía social.

A día de hoy, seguimos sin saber cuáles son las causas por las que Orona y Ulma quieren abandonar Mondragon y cuáles son los motivos por los que dentro de la corporación no han podido desarrollar sus negocios. En definitiva, qué diferencia va a haber para el desarrollo de sus proyectos empresa riales estar dentro o fuera del grupo cooperativo. Nadie lo ha explicado, ni siquiera cuando algunos responsables de Orona salen de su anonimato y conceden entrevistas, como la publicada hace unos días por parte del presidente del consejo rector (consejo de administración en una empresa de capital) de Orona, Oier Lizarazu, que, en vez de aportar más luz a la crisis, ha generado mayor confusión.

Cómo es posible que, un mes después de la filtración interesada, el responsable corporativo de Orona haga afirmaciones tan inconcretas de que el koopexit, que ha puesto en marcha con Ulma, es la respuesta a una supuesta negativa a establecer una “vinculación distinta” con Mondragon, y al planteamiento de “un nuevo marco relacional para dar cabida a todos los sectores, tamaños y tipos de negocio” del grupo cooperativo, lo que le permitiría al fabricante de ascensores “tener autonomía para ser más capaz de desarrollar de una manera más completa” sus proyectos empresariales.

Se trata de manera eufemística de plantear un Mondragon a la carta, priorizando los intereses de unos pocos frente a los de la mayoría. Es querer hacer un traje a la medida de algunos, cuando las reglas de pertenencia al grupo son otras y plantear su modificación a la mayor brevedad, saltándose por la brava todos los mecanismos que la propia Corporación tiene para debatir una cuestión de tanta transcendencia como es ésta.

Los responsables de Orona y Ulma trataron en el pasado mes de junio de incorporar su propuesta en el congreso, que se celebró esta semana en Donostia, fuera de plazo y sin tiempo para que los órganos de gobierno (Comisión Permanente y Consejo General) pudieran estudiarla, debatirla y presentarla como ponencia para su discusión por parte del conjunto de los cooperativistas. Hay que tener en cuenta que el proceso congresual de Mondragon requiere de muchos meses de preparación, ya que las ponencias se remiten a cada cooperativa para su discusión y elaboración de enmiendas que, posteriormente, son trasladadas a los órganos de gobierno de la Corporación para su debate en ese foro. En ningún momento los responsables de la Corporación Mondragon expresaron su rechazo a no discutir las posiciones que defienden Orona y Ulma, sino dentro de los cauces establecidos en el seno del grupo, por lo que no se entiende la urgencia con la que han iniciado este proceso de salida, si no es por intereses personales de algunos directivos.

Las afirmaciones de Lizarazu pueden carecer de sentido cuando Orona es la única cooperativa de la Corporación Mondragon que constituye en sí misma una división dentro del grupo, como es la de Elevación, al ser la única empresa dedicada a esta actividad, con todo lo que ello significa de autonomía en el desarrollo de su proyecto empresarial. Qué mayor autonomía puede tener Orona, cuando sus directivos llevan muchos años sin asistir a las reuniones de los órganos de gobierno de la Corporación Mondragon, en los que participan todas las cooperativas del grupo, como consecuencia de las desavenencias y disputas personalistas de algunos directivos de la cooperativa hernaniarra con el grupo.

El presidente de Orona desaprovechó una magnífica oportunidad para explicar por qué el exdirector general, que se prejubiló hace un año, sigue de asesor de la empresa y ocupa la presidencia de Orona Holding, S.A., una sociedad instrumental participada al 100% por Orona S. Coop. y que es tenedora de cerca de 30 filiales en Europa y en el Estado, que facturan casi la mitad de los 832 millones de euros en ventas que el fabricante de ascensores registró el año pasado. Es muy relevante que más del 10% de los socios cooperativistas de Orona hayan remitido una carta al Consejo Rector pidiendo un proceso participativo que permita “un debate amplio, transparente y sosegado” en el que puedan participar además de los órganos de dirección, los consejeros sociales y todos los trabajadores de la cooperativa que lo deseen, al igual que se ha hecho con otras iniciativas, como la elaboración de los planes estratégicos, que han durado meses. En algunos consejos sociales, sobre todo del área de Donostia, se ha producido también cierta disconformidad sobre la forma y el fondo de la cuestión. La respuesta ha sido, no solo la de celebrar la asamblea general extraordinaria el próximo 16 de diciembre, sino la descalificación de los autores de la misiva. En Orona, las discrepancias pueden tener consecuencias profesionales y laborales. El koopexit promovido por Orona y Ulma no es un asunto que afecte solo a sus socios cooperativistas y al conjunto de las cooperativas que conforman la Corporación Mondragon, sino es algo que compete también a todos los vascos, porque menos Mondragon significa la posibilidad de que puedan producirse afecciones en la fortaleza y la relevancia del primer grupo industrial vasco que da empleo a más de 80.100 trabajadores, máxime en la actual y compleja coyuntura económica. Es una cuestión de país. Así de simple y así de transcendente.