unque estos días nos gusta poner tierra de por miedo y viajar a lugares que, quizá, no tienen la belleza, los recursos y los parajes espectaculares de los que disfrutamos aquí, el hecho de estar situados a cientos de kilómetros del lugar donde transcurre nuestra vida diaria nos hace verlos con otros ojos. Como si apagaremos el móvil. Pero esos días de fiesta que tenemos cuando volvemos de las vacaciones pueden adquirir otro sentido si los aprovechamos para descubrir esos rincones escondidos de nuestro territorio que nos transportan a mundos desconocidos. Arrikrutz es uno de ellos. Además del espectacular paisaje exterior e interior, poder disfrutar de una visita guiada privada ("en primavera y otoño sí viene la gente de por aquí, pero ahora en verano son todos de fuera, así que para las visitas en euskera suele haber poca gente", nos explicaron) es un privilegio. Fue nuestro caso. Recorrimos la galería 53 en la intimidad familiar acompañados de una fabulosa guía que supo cómo mantener la tensión hasta el final. Y es que la historia del descubrimiento del esqueleto del león de las cavernas que se escondía en su interior da para filmar una película. Quien no la conozca, que se abstenga de leer y acuda a visitar la cueva, porque no hay mejor escenario donde escucharla.