Lapsus
– Fue, sí, un lapsus. Otro de los que colecciona Núñez Feijóo. Pero menudo lapsus, sobre menudo tema y en menudo momento. “Que nadie cuente con nosotros, que nadie cuente conmigo, para estar en contra de la violencia machista”, soltó el aspirante a dormir en Moncloa después del 23 de julio. Les faltó tiempo a los pescadores de río revuelto y los ventajistas de brocha gorda para proclamar que al gallego le había traicionado el subconsciente. Otros (que son los que llaman trumpistas a los demás) zanjaron el asunto sentenciando que no fue un patinazo sino la expresión del auténtico pensamiento del líder popular. Una barbaridad que, por otro lado, no deja de mostrarnos una arista del problemón al que nos enfrentamos. Para muchos, generalmente para los más vociferantes, la lucha contra la violencia machista no es una causa en sí misma sino una forma de atacar al rival político a base de proclamillas demagógicas. Y así no sólo no avanzamos sino que retrocedemos por detrás del punto de partida.
“Término ideológico”
– Lo estamos viendo estos días con el torrente incesante de declaraciones de dirigentes de Vox. Esos sí que están diciendo completamente en serio y sin dar lugar a pensar que se trate de un lapsus que la violencia “de género” (como prefieren llamarla) no existe. O, en la versión dulcificada del caudillo de los cavernarios, que el mentado término “género” es un concepto ideológico. Lo dijo un segundo después de fingir que concedía que sí se dan algunos casos de violencia contra las mujeres. La inmediata introducción del matiz parecía implicar que esos maltratos o esos asesinatos no merecían nada más allá del encogimiento de hombros. Claro que, si son graves estas palabras, lo son todavía mucho más sus consecuencias, una vez que los de Abascal –y aquí sí, gracias al PP– han tomado decenas de puestos de gobierno y lo primero que han hecho ha sido eliminar los departamentos de Igualdad y las correspondientes partidas económicas.
La calle
– Esa es la situación que hay que denunciar y revertir. Está complicado porque, como no es la primera vez anoto, a pie de calle hay no pocas personas –hombres, pero también mujeres– que no tienen la mejor opinión de esos organismos. Y, concretando más, del Ministerio de Igualdad que dirige ahora en funciones Irene Montero. Lo vino a reconocer anteayer tarde, mal y con un punto de ruindad Pedro Sánchez, cuando achacó a las principales responsables de ese negociado de haber propiciado una desafección contra su Gobierno y contra la propia lucha en contra del machismo.