“Somos unos puretillas haciendo el salvaje”; “hemos regresado a nuestra anormal normalidad”; “estamos rabiosillos, no nos hemos ablandado con la edad”; “nos dejamos la piel en cada disco”; “somos una banda de rock, no de stoner”; “lo mejor es salir de la ruina bailando”… Además de trallazos de rock ruidoso con ínfulas stoner, metaleras, punk y psicodélicas, el dúo euskaldun Niña Coyote eta Chico Tornado es un ametralladora a la hora de lanzar titulares impactantes, como demuestra esta entrevista realizada con motivo del lanzamiento de Atea (Pozoi Records), disco publicado esta semana y que presentarán en Donostia el 14 de julio, en el Reale Arena, con Fermín Muguruza; el 20 de septiembre en Azpeitia y el 23 de octubre en el Kafe Antzokia bilbaino. El guitarrista y cantante Koldo Soret y la batería Úrsula Strong, locuaces y divertidos, se alternan en las respuestas a Grupo Noticias. 

Tras el experimento de ‘Niña Coyote eta Chico Tornado vs Don Condor eta Ñora Alacran’, vuelta a la, digamos, normalidad ¿no?

Sí, se puede decir así, regresamos a nuestra anormal normalidad (risas).

¿Qué sacó el dúo de ese acercamiento a un mundo que no es el suyo?

Fue brutal salir tanto de nuestra zona de confort y quedarnos tan a gusto. Cada vez que lo escuchamos lo hacemos con placer, nos encanta ese disco. Y es nuestro álbum internacional, ya que nos llevó a tocar en Japón y Italia, pero no lo hemos tocado en Euskal Herria. 

¿De qué manera influyó ese acercamiento a lo latino, a la cumbia, aunque con su estilo, en este disco actual?

Hacer algo tan salvajemente diferente nos ha servido para ser más libres ahora y salirnos de nuestro propio cliché todavía más. La libertad debería ser vital en el plano artístico y en el personal (risas). 

Fue un experimento con red, sin renegar de la raíz más propia.

Eso es, ya que la mitad del disco la grabó una banda paralela. Una cara éramos nosotros y la otra esa banda que creamos. Ahora nos dejamos de experimentos y volvemos a ser nosotros de nuevo. Don Condor eta Ñora Alacran siguen allí, en México, en Monterrey, y tenemos noticias de ellos cada cierto tiempo (risas). En cualquier momento pueden lanzar un single o lo que sea. 

“Los premios hacen ilusión, nos hacen sentirnos orgullosos y se agradecen, pero no nos afectan ni nos condicionan para componer”

Muchos alias tiene el dúo. ¿Les persigue la policía?

(Risas). Son tres ya. Hay que despistar siempre al enemigo. 

El disco anterior logró el premio a Mejor Disco en euskera en los premios MIN. ¿Ha pesado a la hora de componer, pasa factura, se trabaja con más responsabilidad?

La verdad es que no. Es que ya hemos ganado tres premios MIN. Son todos a los que nuestro mánager nos ha presentado excepto el del primer disco, que no lo hizo. Esas cosas son anecdóticas, hacen ilusión en el momento y se agradece que se reconozca tu curro, pero no nos afecta ganar premios a la hora de componer. Nos hacen sentirnos orgullosos, pero no condicionan. 

¿Llegará el cuarto MIN con el disco actual?

Quién sabe. Con el trabajo que se hace actualmente en la escena musical de Euskal Herria nos apetece que lo gane cualquiera. No somos competitivos. Hoy hay mucha variedad musical aquí, lo que es enriquecedor aunque te gusten más unas cosas que otras. Si algo bueno tiene la globalización es eso, que llegan músicas de todo el mundo y las puedes adaptar a tu punto de vista. Hay trap, reggetón y todo tipo de sonidos en euskera, en nuestro idioma. Es bueno si también nos dejan a puretillas como nosotros hacer el salvaje. Hay que tener la mente abierta y entender a los chavales en cada momento. A nosotros también nos decían que cómo escuchábamos a los RIP. Y a mi abuelo (Úrsula) le horrorizaban Los Bravos (risas). 

Si cada disco es la fotografía artística del músico en el momento en que lo graba, ¿en qué estado están ahora? 

En un momento bastante rabiosillo, no nos hemos ablandado con la edad. Nos ha quedado un disco bastante más punk que los anteriores, menos denso, más directo y con más melodías de voz. Ya no hay tantos instrumentales… Estamos con fuerza, en nuestro mejor momento (risas).

“Estamos en un momento bastante rabiosillo. Nos ha quedado un disco bastante más punk que los anteriores, menos denso, más directo”

Y este es su mejor disco ¿no?

Claro (risas). Qué se yo, nos dejamos la piel en cada disco, intentando hacerlo lo mejor que sabemos y podemos en cada momento. Con los años sí se advierte cuál es mejor o peor, pero ahora estamos contentos y con ganas. Y han pasado 12 años, que no es poco.

¿Puede ser el trabajo más diverso en lo estilístico que han grabado? Se abre con una mezcla de stoner y punk rabioso y se cierra con un guiño a RATM con alusión al Black Power. Y entre ambos, casi de todo.

Pues sí, diríamos que pasa por muchos estilos, que hay algo de The Cramps, de Ramones, de Kyuss, de Black Sabbath como siempre, algo más de pop…

‘Ezer esan’ es lo más pop de su repertorio.

Pues sí, tienes razón, aunque rompiendo con la estructura de estrofa, estribillo. Le da un poco de luz, color y sol al repertorio dentro de tanta oscuridad y apocalipsis. 

Y ese tributo a Apaolaza que es ‘Tziroi’, es de lo más lento y pesado.

Ya tenemos más temas así. El disco recopila lo que hemos ido haciendo en nuestros trabajos, pero dándole un giro y acercándolo a la actualidad. Hemos querido romper con el cliché de banda de stoner, etiqueta que nunca nos pusimos nosotros. Somos un grupo de rock que se aproxima a él a veces, y otras no tanto. No tenemos necesidad de demostrar de qué pelaje somos. Escuchamos mucha música y tenemos muchas influencias que ahora hacemos menos por ocultar.

Como en ‘Gure gau’, un punkabilly con gritos a lo Alan Vega.

Sí, sí, tienes razón. Somos mucho de The Cramps y oímos mucho rockabilly y punk, soul, blues… de todo. Ese tema es nuestra aproximación al rockabilly.

¿Oyen a Pink Floyd? El final de ‘Oh, Yucca” suena como si a Syd Barrett le abandonaran en el desierto.

También les hemos escuchado, claro. Y a Led Zeppelin, Black Sabbath, RATM… El cerebro es una coctelera a la que añades cosas y no sabes qué va a salir. Absorbemos y reinterpretamos. 

¿Qué se encuentra al abrir ‘Atea’? Hay caos y mala leche, pero también fiesta.

Siempre mandan los riffs y la música, luego llegan las melodías de voces y si aporta, se queda y luego llega la letra. Lo has sintetizado muy bien, intentamos disfrutar como todo el mundo, pero este mundo es el que es. Hay mucho por lo que protestar, llorar y quejarse pero, a la vez y como hemos hecho siempre, lo mejor es salir de la ruina bailando. 

Niña Coyote y Chico Tornado, en su local de ensayo en Egia Iker Azurmendi

‘Atea’, y esa portada con ese collage de fotomatón parecen una invitación a su casa. Estos somos nosotros y así somos, parecen decir.

(Risas). Podría ser. La portada es bastante graciosa, una puerta bonita para el disco. Refleja bien el interior, las diferentes caras de nuestra banda y nuestra música. 

Han grabado en los nuevos estudios de Elkar. ¿Por cercanía y comodidad?

Casi nunca hemos repetido al grabar, nos gusta hacer turismo de estudios. Ahora, queríamos hacerlo cerca de casa y Elkar tiene una tecnología que nos tiraba mucho, no solo digital, también analógica. Es como una nave espacial. Además, el productor, Víctor Sánchez, es tan friki como nosotros y se ha involucrado a tope con todas las ideas que le proponíamos. Las ha alimentado todas.

¿Llegaron con las ideas claras a la hora de grabar?

Normalmente la producción la hace Koldo, que suele llevar las ideas muy claras. Hay técnicos que crean dificultades para llegar a ellas y otros, como Víctor, que lo ponen todo de su parte. Teníamos claro que no íbamos al estudio a vomitar y a improvisar, sino que lo llevamos ensayado todo. Nos hemos alargado a la hora de probar cosas, ya que las estructuras y efectos iban muy preparados.

“Hemos querido romper con el cliché de banda de stoner. Somos un grupo de rock que se aproxima a él a veces, y otras no tanto”

¿Hay ganas de directo?

Ya tocamos el lunes en San Prudencio, pudimos hacerlo por la tarde tras el apagón. Al ir los conciertos con generador no tuvimos problemas y estrenamos ya canciones ante todos los rockeros de Gasteiz. Hay ganas porque nos encanta el estudio, pero somos una banda de carretera y el directo es nuestro espacio natural. 

A Euskal Herria le toca esperar para los directos.

Se merece lo mejor, así que es mejor llegar a los conciertos rodados. Ha surgido así. 

¿Les siguen preguntando por la peculiaridad del dúo: guitarra y batería?

Es un formato más raro hace 12 años que ahora. Cada vez nos preguntan menos si vamos a incluir a un bajista. La escena se ha abierto mucho, hay miles de posibilidades y de formaciones. 

¿Y cómo consiguen montar en vivo tal tornado eléctrico?

Nunca llevamos nada pregrabado, es todo creado en el momento. Yo toco normal, como una baterista mediocre, pero Koldo lleva pedales y separa la señal de lo que lanza su guitarra y va llegando a sus cinco amplificadores con tratamientos diferentes. Así crea ese muro de sonido que parece que está tocando una banda de heavies entera.

¿El acople y la distorsión son bellos, como la arruga?

El ruido es bello, pero es mejor si lo puedes controlar (risas)..