Casualmente, el sopapo ha llegado cuando aún resuenan las txarangas del Euskaraldia, los ahobizi y los belarriprest en la solapa, aún sin apagar las parrillas del Herri Urrats, el Kilometroak y las entusiastas jornadas de apoyo a la supuestamente lengua más antigua de Europa. Pues mira por dónde ha sido Europa quien ha decidido que va a ser que no, que ni el euskara, ni el galego ni el catalá van a ser idiomas oficiales en las instituciones europeas. Bueno, que lo haya decidido Europa es un decir. Lo han decidido los partidos dominantes en siete estados lingüísticamente supremacistas incapaces de dar un respiro a las lenguas minorizadas en su ámbito territorial. Partidos con el denominador común de una ideología ultraconservadora. Hubiera bastado con que uno solo de ellos hubiera votado bola negra para obstaculizar la propuesta. O sea, la reivindicación queda en suspenso, hasta otra. O hasta nunca. Así funciona esta Europa de los 27. Así de mal.

Mal asunto que la dignidad de un idioma, la aspiración a que pueda ser expresado en las instituciones europeas dependa de los intereses o las fobias de formaciones políticas acostumbradas a jugar a corto plazo. Y digo jugar, porque tienen la osadía de echar mano del idioma según les vaya interesando. En nuestro caso, los apoyos del centralismo al euskara o el catalá han ido condicionados a la necesidad de votos para lograr o mantenerse en el poder. Pasan del “habla en cristiano” al hablar el catalán en la intimidad o cantar el boga-boga según se necesite el voto. Es que, de por sí, con voluntad, afecto y respeto, los tres idiomas que aspiraban a ser oficiales en las instituciones europeas, nunca han sido una reivindicación real de los partidos que han gobernado el Estado español. Incapaces de manifestar pronunciamientos ofensivos contra la riqueza inmaterial del euskara, o el catalá, o el galego, han ido modulando su actitud según las circunstancias. Y, ojo, no nos olvidemos que esa extrema derecha que va prosperando peligrosamente mantiene el criterio franquista de calificar de “dialectos” a los tres idiomas cooficiales.

Europa ha vuelto a decir que no toca. Que los tres idiomas aspirantes a la oficialidad pueden seguir esperando. Pero el PSOE tiene prisa, ya que su compromiso con Junts es de obligado cumplimiento. Por la necesidad de sus votos, claro, ya que aunque no sean pocos socialistas los que se expresan en esos tres idiomas, nunca se les ha conocido especial entusiasmo en apoyarlos. Peor aún, demasiados ejemplos se han conocido en Nafarroa de desapego o incluso inquina contra el euskara.

Y bueno, nos queda echar un vistazo a la actitud miserable del PP espoleando a sus compadres europeos para impedir a toda costa que prosperase la oficialidad de los tres idiomas candidatos. Y, lo que es peor, no precisamente para cerrar el paso a las lenguas minorizadas, sino por el disfrute de sumar otra derrota a Pedro Sánchez. No se puede caer más bajo. Feijóo habla galego, y al parecer presume de ello ante sus conciudadanos, pero ha hecho todas las marrullerías posibles para evitar que su idioma sea oficial en Europa. Un ejemplo perfecto del recluta amargado y hambriento que, en un alarde de rencor y chulería soltó aquello de “que se joda el sargento, que yo no me como el rancho”. l