En calidad de bisoño periodista, me tocó vivir en casi primera fila el horror de las inundaciones de 1983 en Euskadi. 39 muertos no son 220, pero lo que vi entonces en vivo y en directo en Laudio, Orozko o Bilbao no fue muy distinto del dolor, de la destrucción y de la solidaridad que nos transmiten las imágenes de estos días desde Xiva, Paiporta o Algemesí.
No todo es lo mismo, claro. Entonces no había móviles, ni tanta posibilidad como hoy de prever las contingencias climáticas que traen estos desastres. Con todo, la verdadera diferencia la marcó hace 40 años la rapidísima respuesta de todas las autoridades implicadas, del Gobierno central, desde luego, con muchas más competencias entonces en Euskadi de las que ahora ostenta en Valencia, y, sobre todo del incipiente Gobierno Vasco, con apenas tres años de andadura en 1983 y muchas de sus estructuras a medio crear. Contribuyó al éxito de la reacción el hecho de que el presidente español en aquel momento, Felipe González, a pesar de no estar obligado a ello, delegara en el lehendakari el mando único de todas las operaciones para hacer frente a la emergencia. Así, en unos tiempos de tensión continua entre Madrid y Gasteiz, Carlos Garaikoetxea dirigió también por unos días la acción de la Guardia Civil, la Policía Nacional y el ejército de tierra, mar y aire en la autonomía vasca.
Sería probablemente uno de los momentos más destacados de la carrera del político navarro. Ahora, cuatro lustros después, González miente como un bellaco cuando dice que Pedro Sánchez debía haber liderado la respuesta a la crisis valenciana “como hice yo en las inundaciones vascas del 83”. Las cosas no fueron así y lo sabe, pero ya hace tiempo que no desperdicia una oportunidad de alinearse con las tesis del PP, aunque sea tergiversando la realidad. Qué peligroso es ganar mucho dinero. Casi siempre te acabas pareciendo a la gente que ya lo tiene.