La política vive momentos de efervescencia, en un contexto preelectoral que muchos analistas diagnostican como catártico y preludio de cambios de naturaleza constituyente. Sin negar solidez a tales prospecciones, soy algo escéptico y prefiero pisar suelo, defender desde el presente lo que nos une y nos vertebra como sociedad y como pueblo vasco.

Los fuegos de artificio que anuncian grandes cambios pueden quedar en eso, en mucho ruido y pocas nueces. Y esa proyectada nueva estructura de distribución del poder territorial del Estado a través de fórmulas de descentralización federal puede resultar un regalo envenenado para nuestra fórmula de autogobierno, cuyo elemento troncal es el Concierto Económico.

Entre las fuerzas políticas vascas con representación parlamentaria, sumando los 75 representantes del Parlamento de Gasteiz y los 153 procuradores de las Juntas Generales de los tres Territorios Históricos, solo dos representante populares pertenecen a partidos que defienden su abolición: el parlamentario de UPyD Gorka Maneiro y el juntero que Ciudadanos tiene en Álava. Existe consenso sobre su defensa y mantenimiento, desde el PP hasta Bildu. Se opte por mantener el statu quo actual, por profundizar en el autogobierno hacia mayores cotas de soberanía o por la independencia, el Concierto es piedra angular de tales proyectos políticos. Y era y es lo que en realidad reivindicaban escoceses y ahora los catalanes: soberanía en esta ámbito tributario y fiscal, capacidad para administrar sus recursos.

¿Resulta suficiente este transversal apoyo político vasco al Concierto? Creo que no. Sigue faltando una labor potente, clara y constante en el tiempo de pedagogía social y política en torno a esta herramienta competencial que hunde sus raíces en la esencia de nuestro sistema confederal vasco, en la foralidad que da sustento a nuestros Derechos Históricos y cuya actualización sigue pendiente de un proceso interno de consenso entre los vascos.

Debemos encontrar puntos de encuentro, campamentos base a partir de los cuales avanzar juntos hacia mayores cotas. Y el Concierto representa un tesoro competencial, una perla a cultivar desde el respeto a su origen, desde la explicación de su entronque constitucional, desde la exposición de las potencialidades que ofrece, desde la argumentación que desmonte los ecos de oposición a su continuidad, posturas políticas contrarias al Concierto Económico que están basadas en envidias, en un interesado desconocimiento y en la cultura maniquea del falso agravio territorial.

¿Quién va a defender argumental y fundadamente el Concierto si no lo hacemos nosotros? ¿Merece la pena consumir energías políticas en debates acerca de escenarios futuros inciertos si no somos capaces de cerrar bajo el candado del consenso vasco el debate que de forma silente se extiende en elites políticas y empresariales españolas, debate centrado en la directa oposición a su mantenimiento bajo los infundados pero icónicos argumentos de insolidaridad territorial y de generación de desigualdades?

Nafarroa y Euskadi debemos defender esta fuente de autogobierno. Si las fuerzas políticas españolas sucumbieran a esta tentación pelágica de la centralización mimetizadora, todos por igual y fuera singularidades territoriales, la reacción social vasca sería romper la relación de vecindad con el Estado.’

Es nuestro instrumento de convivencia con y en el Estado. Quien pretendiera quebrar este puente arriesga dividir para siempre las dos orillas, desplazar la centralidad política a un extremo y el pueblo vasco, la sociedad vasca buscaría su acomodo en la independencia.

Necesitamos exponer técnica y claramente qué supone, necesitamos recordar la base de consenso en que se ancló la determinación del porcentaje del Cupo, necesitamos escuchar a quienes lo negociaron, defender su mantenimiento, contraargumentar frente a quienes vociferan sin saber ni (y esto es lo peor) querer saber nada: ni de su origen, ni de su base histórica y competencial, ni del sistema de asunción de plena responsabilidad que supone para nosotros (para bien y para mal, porque el riesgo es nuestro), ni del elemento de solidaridad interterritorial que incorpora.

Hay que trabajar por mostrar nuestro consenso político y social, defenderlo con orgullo y sin prepotencia, con la humildad responsable de quien defiende su origen y su futuro.