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La cocina que nos hace llorar

Telecinco le ha cerrado la cocina a David de Jorge: Atracón a mano armada. Dijeron por tweet que dejaban de rodar y que a final de mes echaban la persiana. El motivo se supone que es la audiencia pero que alguien levante la mano y tire la primera piedra: ¿quién te dice que si lo pones a otra hora no arrasaría? Conjeturas. Lo cierto es que a los programas de cocina cada vez se les pide más. No hay más que ver MasterChef. El pasado martes contaron con Juan Mari Arzak, el Billy Wilder de la cocina, que diría Fernando Trueba. Aportó todo lo que tiene: sabiduría, buen hacer y ese punto de comunicación en el que rivaliza con el mismísimo Karlos Arguiñano que, puestos a compararlo con un clásico sería el Walter Matthau de nuestros fogones. Salta a la legua que ambos cocineros son grandes personas y eso lo captan las cámaras y lo perciben todavía más claro los espectadores. Lo curioso del programa del martes fue el trance al que sometieron a todos los concursantes. Uno a uno, les fueron leyendo las cartas -supongo que serían emails- que les habían mandado sus familiares. Aquello era un mar de lágrimas. Un espectáculo que entraba demasiado en lo íntimo y que emocionaba al personal, después de varias semanas de aislamiento en las cocinas y con la tensión permanente de hacerlo bien y, sobre todo, de no meter la pata para no ser eliminado. Se ve a la legua que en este concurso se busca este tipo de momentos en los que a uno le bajan la guardia con un detalle cariñoso de la familia y para que le afloren todos los sentimientos de golpe. Entonces el concursante se va friendo en el llanto de sus propias lágrimas y el espectáculo está servido. “Algo así deberían ser las cartas que recibían los reclutas en sus destinos” pensaba yo que nunca hice la mili. Se nos va de la tele David de Jorge y su socio Martín Berasategui, aunque estaría bien un tuit diciendo que en ETB-2 siguen reponiendo los programas anteriores y que las cadenas no siempre tienen la última palabra.