En medio de un contexto político convulso, con un punto de "italianización" de la vida política vasca, hay un objetivo que no debe nublarse ni por la tormenta política ni por el clima preelectoral que lo contamina todo: el consenso social y político imprescindible y necesario en torno a la apuesta estratégica por una educación orientada hacia la empleabilidad debe liderarse desde sectores de la sociedad civil (universidades, FP, centros educativos y empresas) para que el sector institucional apueste de verdad por sentar las bases que permitan superar la compartimentación y la distancia abismal que todavía hoy aleja a esos mundo el educativo y la empresa. Deben ir, ahora más que nunca, de la mano, coordinadas, orientadas hacia un mismo objetivo alineado en torno a la necesidad de satisfacer las demandas formativas de nuestras empresas. Hay que poner en marcha estrategias globales y coherentes de formación y de desarrollo de la inversión en capital humano, hay que adaptar los sistemas de educación y la formación en respuesta a nuevos requisitos de competencia. Es un propósito, un reto fácil de expresar pero complejo de lograr: alcanzar la eficiencia y la equidad en los procesos de educación y formación.
Hacer que mejore la oferta de educación, fomentar la adquisición de competencias clave, aumentar el atractivo de la educación y la formación de profesionales, desarrollar la orientación permanente, ampliar el acceso a la educación posterior y superior y la excelencia de las mismas, ampliar el aprendizaje para adultos y mejorar la calidad de la formación de los profesores constituirán medios eficaces para garantizar que todos los ciudadanos estén mejor cualificados y sean más capaces de participar activamente en el desarrollo social y económico.
Las universidades deben desarrollar asociaciones estructuradas con la comunidad empresarial a fin de adquirir cada vez más peso económico y ser capaces de responder mejor y más rápidamente a las demandas del mercado y establecer redes que rentabilicen el conocimiento científico y tecnológico. Las empresas pueden ayudar a las universidades a reformular sus planes de estudios y sus estructuras de gobernanza, así como contribuir a su financiación. La competitividad de las economías depende cada vez más de la disponibilidad de una mano de obra cualificada y emprendedora. Para ello hemos de avanzar en la inclusión de capacidades transversales y transferibles en los planes de estudios a todos los niveles de cualificación; mejores métodos de examen, más dirigidos a la evaluación del aprendizaje y las competencias, y un mayor carácter interdisciplinar de las agendas de educación e investigación. La introducción de un cambio de esta magnitud y con este ritmo en los planes de estudios solo es posible si la estructura interna de las universidades proporciona un marco en el que se contemplen y se recompensen estos esfuerzos.
Espíritu empresarial Hay que incentivar el espíritu empresarial para consolidar el crecimiento y el empleo. El reto de la enseñanza superior radica en facilitar unos entornos de aprendizaje que estimulen la independencia y la creatividad, y un enfoque basado en el espíritu empresarial para aprovechar los conocimientos. Un flujo regular de estudiantes y profesores universitarios a las empresas, y una presencia constante de profesionales del mundo empresarial en las universidades contribuirían de forma notable a que se produjera el cambio de mentalidad necesario.
El desarrollo de una cultura empresarial en las universidades requiere profundos cambios en la gobernanza y el liderazgo de las universidades. La educación del espíritu empresarial debe ser global y estar abierta a todos los estudiantes interesados, en todas las disciplinas académicas, y las universidades deberían implicar a empresarios y otros profesionales del mundo empresarial en la enseñanza del espíritu empresarial. Pero a día de hoy el nivel de empatía, de contacto, de interacción y de movilidad entre los dos sectores sigue siendo demasiado bajo. El trabajo en régimen de prácticas, los programas de movilidad para la investigación y los proyectos en colaboración, que permiten que los estudiantes trabajen en una empresa o colaboren con ella, ya sea individualmente o en grupos interdisciplinares, deberían potenciarse al máximo.
Educar representa un reto conjunto para toda nuestra sociedad, un motivo para "civilizar" el futuro, superando aspiraciones individuales, desligado de planteamientos individualistas y autárquicos. Ha de ser un proyecto colectivo, compartido, y que impulse nuestra sociedad y nuestros ciudadanos hacia horizontes de superación de la crisis actual. Nos jugamos mucho y está en nuestras manos superar inercias enquistadas que gripan el motor de la necesaria innovación educativa y social.