Las pequeñas naciones debemos construir nuestro lugar en el mundo con estrategias bien definidas, con inteligencia, siendo conscientes de nuestra dimensión, tratando de resultar atractivos, suscitando el interés y la confianza de quienes pueden ayudar a consolidar nuestro tejido industrial, base de nuestra riqueza social, nuestra cultura y nuestra identidad. A nivel internacional Portugal es un buen ejemplo: consciente de su reducida dimensión de poder a nivel europeo y mundial, ha logrado tejer una red de contactos y de transmisores de opinión e influencia relacional que le ha llevado a ostentar niveles de responsabilidad y de capacidad de negociación muy superiores a los de otros Estados de mayor calado.

Euskadi ha tenido siempre una buena diplomacia internacional. Sin remontarnos más atrás, la trayectoria de Jesús de Galíndez muestra cómo es posible crear un lobby en torno a la realidad vasca que potencie nuestra dimensión internacional. Hoy día, la bien definida estrategia Basque Country debe dar resultados en esta dirección. Tenemos potentes mimbres para ello, y debemos ser capaces de coordinarnos bien: agentes económicos, políticos y culturales deben aportar la imagen, el prestigio y el trabajo que identifique en el imaginario internacional Euskadi con un lugar, unas gentes, un pueblo, una cultura, una sociedad, unos valores y unas empresas en las que poder confiar.

En el terreno cultural, podemos mostrar como potente tarjeta de visita nuestro modelo de convivencia entre lenguas, exponente de la revitalización lingüística vasca y del euskera como patrimonio a mostrar, y reflejo de un modelo de sociedad capaz de evolucionar y modernizarse sin renunciar a sus raíces.

Hay base, por un lado, para fortalecer los derechos de participación de Euskadi en los asuntos de la Unión Europea, e incluso nuestras competencias de ejecución pueden verse ampliadas y fortalecidas a través del Tratado de Lisboa. Para ello hace falta, como en otros ámbitos, voluntad política, verdadero deseo de trabajo en común entre el Estado, Euskadi y la UE que permita articular así nuevos mecanismos que favorezcan nuestra contribución y nuestra participación en la construcción europea. Ahora toca ponerse a trabajar para la consecución, entre todos, de tales objetivos claves para nuestro futuro. Desde lo local y lo foral, también.

Las nuevas competencias estatutarias, de las que Euskadi carece, posibilitan la participación de la comunidad autónoma en aquellos convenios internacionales que afecten a competencias propias, permiten alcanzar acuerdos bilaterales -especialmente relevantes para nosotros, como por ejemplo, en materia de pesca o en acuerdos de naturaleza técnico-industrial-, prevén igualmente la participación directa a nivel de derecho a recibir información por parte del Estado de aquellas iniciativas de revisión de los tratados de la UE, derecho a participar en la formación de las posiciones del Estado ante la UE, la bilateralidad en la formación de dichas posiciones del Estado en asuntos europeos que afecten a competencias de la comunidad autónoma, la participación directa en instituciones y organismos europeos, la participación en el control de los principios de subsidiariedad y de proporcionalidad, la aplicación y ejecución del derecho de la UE en el ámbito de sus propias competencias autonómicas, la gestión directa de fondos europeos, e incluso acciones ante el Tribunal de Justicia de la UE en los términos que establezca ante la UE.

Y los Estatutos de nueva planta prevén una vertiente específica de acción exterior, que incluye, junto a los ámbitos materiales antes citados, una referencia específica a la cooperación transfronteriza, interregional y al desarrollo, la participación en organismos internacionales, la coordinación de las acciones exteriores y la proyección internacional de las organizaciones de cada una de esas comunidades autónomas. No debemos olvidar esta potencia competencial, hay que trabajar en esta dirección, porque resulta más necesario que nunca para la proyección exterior de Euskadi en el mundo.

En particular, hay que explorar y apurar todas las posibilidades que ofrece la nueva ley de tratados internacionales, recientemente aprobada y ya publicada en el BOE, que posibilita la firma por parte de Euskadi de acuerdos internacionales administrativos y de acuerdos internacionales no normativos, previendo en su disposición adicional sexta una referencia específica a nuestro régimen foral vasco -de nuevo puesto en valor- como base de nuestra singularidad competencial, también en esta dimensión internacional.