Las mañanas del que no era maño que amañaba
-“Está amparado por la presunción de inocencia, es maño por adopción y no lo he visto en la vida pero el que esté libre de pecado que tire la primera piedra” -le contesto e intento una inútil finta de esquiva-, “tengo prisa que me cierran el súper”.
-“Eso en Euskadi no pasa” -me suelta el tópico axiomático sobre la corrupción que la realidad tantas veces desmiente-, “y en el rugby tampoco”.
Pienso que esto último me lo ha dicho para que le haga caso y, siendo mentira lo del cierre del súper, consigue placarme en plena acera.
- Yo no pongo la mano en el fuego por nadie porque el fuego no entiende de verdades y mentiras además hay resultados en el rugby, como en todos los deportes, que contradicen inesperadamente los pronósticos y que acaban conviniendo a ambos equipos. Y no me refiero a los casos en que un equipo profesional hace una alineación inadecuada porque está planeando otros partidos?
- “¿Y vuestros famosos valores?”
-“Precisamente. La ética del rugby exige que los castigos sean ejemplares en el ámbito deportivo, porque va a haber infracciones tiene que haber sanciones y que los equipos tramposos desaparezcan de la competición. Tolerancia cero”.
-“¿Qué crees que pasará con esto de los amaños del fútbol?” -me pregunta al despedirnos-.
-“Nada”.
En realidad pienso que todo dependerá del poder auténtico que tengan los impulsores de las actuaciones y los implicados en ellas, ese poder que da el dinero y que permite comprar informaciones y voluntades.