Más concurso y menos debates
Una de las claves de que Antena 3 vaya triunfando con sus series es la de medir con cuentagotas los cortes de publicidad. Digamos que un corte de 30 segundos es perdonable pero uno de cinco o seis minutos supone una invitación a cambiar de canal o te manda a leer -o lo que tenga que ser- a la cama. Y eso, se sabe pero no siempre se puede llevar a cabo. Precisamente por esa razón Bienvenidos al Lolita ha ido cayendo. Digamos que en cada capítulo se notaban más los minutos de publicidad y la gente se iba largando porque la historia era floja, los actores no aportaban credibilidad y así no se va muy lejos como, por cierto y con perdón, ya se lo vaticinamos en esta columna en su estreno.
Y va avanzando El conquistador del fin del mundo. Van a por todas. Los resultados de audiencia son fabulosos. Y no creo que el éxito viniera por ver a Korta y a Juanito Oiarzabal tocados de taparrabos. Hay mucho morbo en este juego de cara y cruz en los confines de La Patagonia que arrastras también al espectador. Esa característica de que el reto pueda con el concursante aparentemente más poderoso hace que los espectadores tomemos partido sin quererlo. De alguna manera esos concursantes nos representan y sufrimos también con ellos. Es un concurso expresamente sacado del horario infantil en el que se permite un lenguaje digamos más coloquial que roza el taco permanente. Pero eso es algo que ya está asimilado como se asimila el tema si uno escucha las conversaciones en una obra o los piropos al árbitro en los partidos de fútbol. Pero una cosa es el concurso y otra esos debates que presenta con mucho aspaviento y poca tensión Patxi Alonso. Aquí el interés baja porque las explicaciones del concursante en un plató de televisión no tienen nada que ver con las triquiñuelas que ha demostrado en un concurso de supervivencia. Más concurso y menos debates.