LA mayoría de los lectores de esta columna probablemente no tengan ni repajolera idea de quién es Pichurrín. Este estrafalario personaje se ha ganado los diez minutos de gloria que vaticinaba el eximio artista del pop Andy Wharhol para quien tuviera la fortuna o desgracia de tropezarse con una cámara y salir en la tele. Pichurrín era el compañero sentimental de Karmele Marchante, la descerebrada periodista venida a menos que ha vendido su alma por media docena de lentejas y sufre en sus carnes el duro zarpazo del reality que exprime hasta la saciedad el italiano amigo del descabalgado Berlusconi, que mantiene en antena Sálvame y que destroza cíclicamente a los colaboradores bien pagados de las tardes de Tele 5. Y la última en pasar por la trituradora de almas ha sido este histriónico personaje que ha visto honra, honor, respeto social y profesional destrozados por el comportamiento asnal y refocilante de este compañero de andanzas, David Soto, alias Pichurrín, que se trajinaba a muchachas del carnal comercio pagado haciendo creer a su compañera que acudía a Cáritas a socorrer a los necesitados del mundo, todos los domingos. Y ello con el desconocimiento de Karmele, que descubre horrorizada la mugre moral de su colega de cama en un destrozo mediático con una sollozante mujer engañada por el chulo de su vida. Pichurrín la ha montado parda convirtiendo a su colega de tercera edad en un muñeco roto y machacado por el escarnio público, vendida a buen precio para carnaza de Jorge Javier y su recua de acompañantes que respiraban aliviados, porque de momento a ellos no les había tocado la china y contemplaban desde la barrera las cornadas inmisericordes de un guión maldito y carroñero que busca machacar, triturar y exhibir lo más negativo del ser humano. ¡Que no se te cruce un pichurrín en tu camino!
- Multimedia
- Servicios
- Participación
