ALGO huele a podrido en el reino, que diría el trágico personaje del teatro shakesperiano, reflejando el ambiente de corrupción y desmoronamiento moral del drama hamletiano y que viene como anillo al dedo para retratar el paisaje de escándalos, corruptelas, vicios y podredumbres que adornan la corona de España en el momento presente. La historia de la humana corrupción es la conocida crónica de los comportamientos envilecidos de los seres humanos, de toda capa social o condición, pero esta obviedad no debe justificar, explicar o crear elementos de comprensión benévola hacia quienes delinquen con tamaña desfachatez. La condición humana no es corrupta per se, son los sistemas, organizaciones y modelos organizativas que desarrollan condiciones y comportamientos propios de estercolero y pocilga. Pero resulta más doloroso, contemplar en televisión la comparecencia de los responsables de los partidos políticos que desarrollan una ceremonia de la confusión, una pantomima explicativa con hueras palabras para degollar al contrario, si la mierda huele en tal terreno o poner cara de hipócrita desconocimiento si es uno de los suyos el cazado in fraganti. Estas comparecencias públicas, acusando despiadadamente o protegiendo miserias echando balones fuera se repiten día tras día e incrementan el hartazgo del personal. La corrupción envilece el alma de la sociedad y los tiempos de crisis económica que corren catalizan una oposición frontal al modelo político vigente. Indecencia, hipocresía, descomposición, agusanamiento moral que alimentan la cólera del pueblo que un día estallará. Los informativos televisivos ofrecen a diario comparecencias de unos y otros, que permutan papeles y discursos en una creciente marea de escándalos y vicios públicos, bordeando siempre la verdad.