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Maestro Joao, sálvame

EN las insomnes noches de la tele, se puede tropezar con una cadena titulada La Tienda en casa en la que se puede apreciar las calidades predictivas, curativas y salvíficas de un santón de mediana edad que responde al nombre de Maestro Joao, capaz de leer el pasado, presente y futuro de los comunicantes, amigos y familiares hasta cuarto grado de consanguinidad. Una presentadora de televisión y modelo antaño famosilla saluda y recoge a los llamadores que posteriormente pasan a jurisdicción del maestro Joao que les recibe en medio de una parafernalia material y discursiva digna de la mejor novela de santeros y personajes de semejante pelaje y condición. Sentado y rodeado de imágenes religiosas, Cristo coronado de espinas, Judas Tadeo protector que todo lo puede o María Auxiliadora crean el ambiente necesario para hacer predicción, quitar el mal de ojo o abrir esperanzas para el futuro que en el momento presente está rodeado de nubarrones negros en salud, trabajo y amor. Un infumable producto que genera ingresos por el continuo goteo de dinero que deja cada llamada que solamente puede hacer una pregunta no vaya a ser que se complique el discurso del maestro y se descubra el montaje burdo y milagrero de un personaje manipulador de angustias y pesares de televidentes necesitados de palabras de apoyo, alegría o paz y que el tal maestro Joao se encarga de exorcizar, predecir, sembrando esperanza en pobres de espíritu entregados a la milagrería de estos trileros del espíritu que cada noche abren su mediático chiringuito como si fueran sanadores del alma y no son más que mercachifles de las cartas del Tarot, cortina tras las que se esconden para consolar a una madre con cáncer, a un hijo en el paro perpetuo o a una muchacha en flor abandonada por un chulo de barrio venido a menos. Ejemplo preclaro de telebasura.