Tiene buena pinta el programa de debate puesto en marcha por TVE en estos tiempos de zozobra y posible cambio en el ente radiotelevisivo. La puesta en antena del El debate de La 1 es un prometedor ejemplo de lo que es televisión pública y que parece comprometido en su supervivencia, por el deseo de la fuerza mayoritaria de azulear el discurso editorial e informativo que no gusta a los jerifaltes de la actual mayoría absoluta, que dudan entre el consenso con la oposición o la modificación legislativa para nombrar a un nuevo regidor de las cosas públicas mediáticas. En cualquier caso, el nuevo producto ya ha sido botado con excelentes impresiones en un formato presentado por la profesional de informativos, María Casado, la dirección de Paz Alarcón y la realización de Chema Sánchez-Chiquito. El formato mezcla periodistas, analistas, políticos y especialistas en una riqueza de voces bien llevadas por Casado que no llegan a desbordar los límites de la eficacia informativa. Hasta ocho personajes de distinto calado, legitimación y origen desembarcan en una amplia mesa de debate, buscando no solamente los perfiles políticos de los temas de actualidad, sino también la voz de los expertos, la reflexión de los ideólogos y la opinión cualificada de los analistas. Todo ello con invitados políticos de primer rango en función de los asuntos de la agenda informativa que dan brillo al espacio. Un debate que de momento, ha evitado la algarabía, el efecto gallinero y la demagogia chillona del yo grito más que tú. Es el buen hacer de la presentadora que busca tiempo y espacio para cada interviniente, aplicando una pedagogía pensando en los destinatarios de los mensajes del debate, la audiencia en la hora terminal del día. Este tratamiento del debate justifica la necesidad de un medio público para conocimiento y formación de la opinión pública.