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Guiñoles acusadores

sE ha montado la de San Quintín a cuenta de los humorísticos guiñoles franceses que han tratado el castigo impuesto por los rastros del acusador clembuterol encontrados en el organismo de Alberto Contador, que ha sido desposeído de los maillots de vencedor de Giro y Tour y que ha vuelto a poner en primera línea informativa la peliaguda lacra del dopaje en deportistas de alto rendimiento y, como era lógico, personalizados en el rebaño español que ha tenido algunos casos clamorosos de alteración fisiológica. Se ha montado la tremolina por la aparición en pantalla de señeros representantes del deporte hispano como Contador, Nadal o Casillas esgrimiendo grotescas jeringuillas en un ejercicio acrobático de humor que ha levantado ampollas, haciendo necesaria la presencia de la ministra que todo lo puede, Soraya Sáez de Santamaría, clamando y bramando por la integridad del honor y la honra de nuestros deportistas de elite y excitando al personal con mecanismos chovinistas contra el francés, llamando a la postura vindicativa y patriotera contra los vecinos del norte, que no han hecho más que un sano ejercicio de crítica humorística ante el que rasgarse las vestiduras es un estúpido ejemplo hispánico de hipocresía y falsa dignidad pisoteada. A estas alturas de la película, no vamos a descubrir el papel tonificante y denunciador del humor en el panorama informativo, que, como en el caso presente, ha señalado con dedo acusador de muñeco lo que en todas las redacciones deportivas del mundo mundial se comenta sobre la práctica del dopaje en profesionales de elite. Parece necesario un poco más de sentido del humor y no tomarse las cosas a la tremenda. La crítica, la sátira y el humor afortunadamente acompañan nuestro calendario diario y oxigena nuestras atribuladas mentes. En cualquier caso, acusadores guiñoles de trapo.