COMO poderosa marea de tortugas invisibles que recorren miles de kilómetros en ceremonia nupcial anual, la televisión se ve invadida por cientos de anuncios que venden perfumes de todo tipo, para todas las edades y de todos los niveles adquisitivos posibles. Al reclamo de las calendas navideñas, los creativos publicitarios nos lanzan docenas de maravillosos spots donde el perfume se convierte en rey de los cortes publicitarios y sabemos que llega la Navidad porque los anuncios de aromas y perfumes se multiplican estrepitosamente. Las grandes firmas del sector se promocionan con esmerados y glamurosos anuncios que cuentan escenas atractivas rodadas con mimo y medios técnicos, luciendo esculturales cuerpos de evas y adanes que te dejan como un regusto de fruta prohibida que nunca catarás. Los diferentes reclamos publicitarios tienen en común una tenue línea sexista y machista que queda envuelta por la magia de los planos, eficacia de la secuencia y profesionalidad del producto. Calvin Klein, sensual y atrevido en planteamiento narrativo, Mango con Lady Rebel y modelo matruska que se abre en el espacio, Antonio Banderas con Secret y Golden Secret con pluridemanda femenina desde las puertas abiertas de habitaciones de lujoso hotel, Agua fresca de Adolfo Domínguez, desnudamiento por fases de modelo que termina bailando, Boss Orange, J.P. Gaultier, Agua de Gioia o de Gio son algunas de las marcas que machaquean nuestra mente a la hora de fomentar la demanda consumista de navidades y Reyes. A tenor de la inversión que se embolsan productoras y canales, hay que pensar que el negocio es rentable para una campaña intensa en un fugaz momento en el calendario consumista cargado de motivación y sensualidad. Nunca un producto tan liviano, el olor y el aroma, tuvieron un tratamiento narrativo tan intenso y explosivo.