El amigo I. es un maestro en el uso de la que él mismo llama Tarifa Pedo. Consiste en joder la marrana de madrugada a sus amigos con llamadas de móvil, a ver si algún incauto adicto a la comunicación lo lleva encendido o algún despistado o despistada no lo ha apagado. La Tarifa Pedo -0,001 euros minuto para clientes de Seagrams y Smirnoff- comienza a partir del décimo gin-tonic y nunca antes de la una de la mañana, para que el posible daño sea mayor. Dice que experimenta un placer casi místico si alguien descuelga. Ayer me levanté y, como es costumbre, encendí el móvil. Como es costumbre, lo encendí unas cuatro horas después de levantarme. Allí estaba su llamada: tiene usted catarro y un mensaje de voz de hoy a la una y veintinueve. Pensé: I., que ayer tenía boda; o eso dijo. La gente aún se casa? en fin. Era I. I. te llama, pero no te habla. Se limita a dejar el sonido ambiente. En ocasiones escuchas el ruido del móvil rozando con las llaves dentro del bolsillo, otras veces solo oyes una música atronadora de fondo y a gente a la que se le adivina el cerebro separado del cuerpo. Una noche de julio de hace años me dejó en el móvil tres minutos y medio del frontón entero de Luzaide cantando a pulmón con Pampi Portugal el Adiskidide Bat Bazen, aunque nada comparable a lo de ayer, que era un tipo interpretando esa misma canción a capella de principio a fin. No sé quién era ese amigo de I., porque I. es medio fronterizo y se relaciona con mucha gente y muy peculiar, de esa que puede pasar una noche entera solo a Ponche Caballero, como el gran Maisterra, pero desde aquí le animo a que deje lo que sea a lo que se dedique y opte por la canción. Si Alejandro Sanz ha dejado Twitter, tal vez lo siguiente sea la música. I., ¿estás vivo? Hazme una perdida, que lo tengo apagao.