los republicanos la cosa es quejarse. Que si no lo hemos elegido nosotros, que si lo puso Franco, que si a ver qué es esto de que solo por genética se pueda mandar, que si nos cuestan un pastón. Bla, bla, bla. Lo último es echarse las manos a la cabeza porque el abuelo de Froilán se ha comprado una cinta de correr de 14.000 euros y ha pasado la factura a Patrimonio Nacional. ¿A quién queréis que se la pase, a Camps, para que se le traspapele? Decían los de Iniciativa Per Catalunya Verds que semejante gasto es "obsceno", pero para que les admitieran a trámite una pregunta en el Parlamento la cambiaron y pusieron que era un gasto "considerable". De qué. Hay cintas mucho más caras. Y tipos mucho más vagos, que tampoco salen a correr al aire libre pero que, por no salir, no salen ni en la tele, no como el nuestro, que nos saluda todas las Navidades. Ahí tenemos por ejemplo a Akihito, que la otra mañana dio su primer mensaje televisado a la nación desde que le nombraron emperador de Japón en 1989, hace 22 años. Tiene lo que se llama un trabajo de media jornada. Ha currao media jornada en 22 años. Pero eso no es nada. Akihito es un adicto al trabajo comparado con su padre. Su padre aún era más huevazos. Lo subieron al sillón en 1926, se cayó en 1989 y en esos 63 años solo se dirigió a la nación una vez, cuando lo de Hiroshima y Nagasaki y la capitulación. ¡Vaya dos pepinos que han caído! fueron sus palabras. Y además fue por radio. Ni siquiera se pudo dar el capricho de preguntar: "¿Cuál es mi cámara?" Capituló, almorzó, se volvió al Palacio Imperial y ahí estuvo otros 44 años, mano sobre mano y mustio perdido. El nuestro, en cambio, necesita imperiosamente una cinta y además ese modelo. Es una cinta que cuando acabas los 30 minutos te grita: "¡Campechano, campechano!"
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