vi 15 segundos exactamente de la miniserie sobre el ex novio de Eva Sannun y la actual. Como ya les comenté, el mando de la TDT se me atasca y hasta que no volvió a su ser tuve que escuchar y ver el momento en el que entraban a casa del actor que hacía de Pedro Erquicia, que había preparado una cena para gente de alto copete, o así lo cuentan las crónicas desde que nos enteramos que se casaban y eso. Lo único con lo que me quedé de la escena es lo pésima actriz que es ella -la actriz real, me refiero. La actriz que se dedica a eso, quiero decir, joder-, monísima y todo eso pero con menos capacidad de transmisión que dos vasos de plástico atados con una cuerda. Más tarde leí que le habían caído un montón de críticas a Juanjo Puigcorbé -un buen actor- por su papel de padre del ex de Eva Sannun, pero a pesar de eso más de cinco millones de personas humanas habían visto el artefacto. Sinceramente, es para mear y no echar gota, que una cosa que al primer plano se ve que es cuando menos muy justa pueda llegar a esas cotas de audiencia, aunque también es verdad que desde que la TDT se instaló en los televisores las tendinitis digitales se han multiplicado por 10, porque hay franjas horarias en las que no hay absolutamente nada normal que echarse a la boca e incluso un mondongo como la citada miniserie hasta te puede dar el pego si tienes el cerebro emitiendo ya todas las señales de retirada a la cama. El caso es que sea como sea y esté el patio televisivo como esté -que está para darse fuego-, cinco millones de personas son un carro de personas viendo la cosa ésa. Supongo que todos tenemos nuestras contradicciones y peculiaridades, pero comprobar que a tanta gente le sigue interesando la vida de este personal me alucina, no me cabe en la cabeza. Pero así es.