Pensé en un principio que la salida de tono de la delegada Marisol Garmendia respondía a eso que llamamos la fe del converso, en este caso la fe de la asalariada jelkide que por arte de magia se convierte en operaria socialista, motivo por el que tampoco me interesó mucho la cuestión, pero la surrealista entrevista que su jefe Eneko Andueza ofreció ayer en ETB1 me llevó a pensar que el tema se enmarcaba en una estrategia consistente en fustigar sin pudor al PNV en torno a las políticas de migración. Eludían sin embargo dos cuestiones obvias. La primera, que gobiernan en todo el entramado institucional de Hegoalde con esos que al parecer consideran racistas, voxeros y quién sabe qué, amén de necesitarlos en Madrid. La segunda, que nada de lo expresado por los jelkides en torno a tan delicada cuestión difiere de lo que la familia socialdemócrata está diciendo en Europa. Por ejemplo, el presidente socialista de Catalunya, Salvador Illa.

Tampoco ha estado excesivamente lúcido Mikel Otero, diputado de EH Bildu en Madrid. Desconocemos qué es lo que le impulsó a soltar semejante dislate, pero en un calentón digno de txikiteo prolongado, equiparó el actual flujo migratorio a Euskal Herria con la urgente evacuación de los niños vascos de la guerra en 1937. Comparación desafortunada que, me consta, indignó a muchísima de su gente. Parece que el de Gasteiz ha optado por emular en las redes sociales a otros graciosillos personajes políticos en vez de atender las sensatas reflexiones de Arnaldo Otegi sobre la cuestión o repasar meditaciones anteriores de referentes de su espacio político como Txillardegi.

El debate sobre tan erizado tema resulta necesario. Seguro que socialistas y bildukides tienen motivos de sobra para criticar a los de Aitor Esteban, a veces con razón. Pero sería deseable que se dejaran unos y otros de ocurrencias, exabruptos y brochas gordas. Porque hay veces en las que, pensando que has dado en la diana, en realidad te has dado un tiro en el pie.