Tras casi cuatro años de ataques mutuos, los equipos demócrata y republicano se enfrentan nuevamente con los mismos actores: si los republicanos siguen con Trump, los demócratas han cambiado un poco y han puesto al frente de su campaña una cara nueva, pero con ideas semejantes a las que orientaron el mandato de Joe Biden, que termina el próximo enero.
En realidad, uno podría discernir más cambios en el área republicana que en la demócrata, pues si bien Donald Trump es una repetición de la presidencia de hace ocho años, han entrado actores nuevos como el demócrata Robert Kennedy, quien se pasó de bando tras repetidos desplantes del partido en que su familia ha militado fielmente desde hace más de un siglo, mientras que Kamala Harris parece una continuación casi idéntica al actual presidente Joe Biden. No es que Biden y Harris se parezcan, ni en edad, ni en género ni en comportamiento, pero lo que sí tienen en común es que los manejan las mismas figuras desde la sombra, de quienes no sabemos exactamente hacia dónde se orientan ni cuáles son sus motivaciones.
Es una súper versión de los conocidos “fontaneros” en tantas partes del mundo, con la diferencia de que el equipo que ha manipulado a Biden durante sus casi cuatro años en la Casa Blanca, realmente lleva las riendas de la política norteamericana. Se puede pensar en Barak Obama, de quien se dice que está ejerciendo desde la sombra su tercer mandato, o en sus otrora asesores que siguen ahora merodeando en los estudios de televisión y sobre todo en torno a la vicepresidenta y candidata presidencial Kamala Harris. Hay algunos indicios de que Harris quiere romper este cerco y ha añadido a su equipo a algunas persones nuevas, al tiempo que otros colaboradores de Biden se han alejado de su campaña, pero de momento estos cambios no parecen mayoritarios y la nueva candidata todavía no ha dejado una marca de su personalidad. La mejor oportunidad de presentarse al público norteamericano desde que declaró su candidatura fue una entrevista en la CNN, pero pareció desperdiciada por sus respuestas generalizadas y vagas, que no permitieron barruntar cuál sería su programa de gobierno si gana las elecciones de noviembre. Tal vez Harris prefiere esta nebulosa, pero de lo contrario, le quedan unas cuantas semanas para darse a conocer…, a no ser que espere hasta derrotar a Donald Trump con una campaña oculta como la de Biden, un hombre que inventó la “estrategia del sótano”, pues gracias al covid pudo evitar los actos electorales y enviar mensajes desde su residencia particular.
Trump ha reforzado sus filas con el apoyo del candidato independiente demócrata Robert Kennedy, sobrino e hijo de los asesinados presidente John Kennedy y su hermano y candidato presidencial Robert Kennedy, en 1963 y 1968 respectivamente. No es que el Kennedy de ahora tenga un gran apoyo, pues como candidato independiente tan solo proyectaba el sufragio del 4% de los votantes, pero sí tiene un valor simbólico que puede adquirir peso si la elección es tan igualada como las proyecciones actuales.
También se ha pasado a su bando una candidata minoritaria que había militado en las filas demócratas, Tulsi Gabbard, quien tiene pocos seguidores pero al igual que Kennedy, alza la voz en favor de Trump desde posiciones políticas inesperadas hace pocos años.
Ahora, como en tantos otros comicios anteriores, oímos diariamente que estas son “las elecciones más importantes jamás celebradas” y lo cierto es que son las más inesperadas: un candidato –Donald Trump– que regresa al ruedo tras haber perdido las elecciones de hace cuatro años y que ha sobrevivido a un reciente intento de asesinato todavía no explicado; una candidata –Kamala Harris– por la que nadie votó en el proceso de elecciones primarias y cuyo programa es desconocido; un sistema de votación nuevo –en que las urnas se abren meses antes de los comicios y con acusaciones mutuas de pucherazo electoral– ya antes del voto.
Tradicionalmente, las campañas presidenciales empezaban tras el primer fin de semana de septiembre, cuando los norteamericanos se despiden del verano y celebran el Día del Trabajo. Este año se repite la tradición: aunque llevamos meses viendo a los candidatos tomar posiciones, la lucha intensa empieza ahora. Lo que no sigue tradición alguna es la personalidad de los candidatos ni el estilo de la campaña: los demócratas están descubriendo quién es Kamala Harris y qué propone, mientras que los republicanos siguen divididos entre los seguidores incondicionales de Trump y quienes prefieren quedarse en casa antes que votar por él.
La perplejidad que esto provoca no aflige solo a los votantes, sino que se extiende a los “expertos”, cuyos sondeos de opinión no consiguen salir del pequeño margen que hace imprevisible cualquier resultado.