reo que ya he confesado que no me gustan ni el frío ni la lluvia. Nunca me han gustado, excepto en época de sequía. Pero tal y como están las cosas, me gustan mucho menos. Más allá de lo peligroso que puede ser para nuestra figura estar entre cuatro paredes probando a hacer tartas varias y croquetas con todo lo que anda, vuela o nada, la falta de luz no ayuda a seguir aguantando esta pesadilla que ya es tan larga. Estos días de solecito me han sacado la sonrisa, incluso de camino al trabajo. Pero después de la tempestad viene la calma y tras la calma, la tempestad. En esta tierra que tanto quiero ya sabemos lo que hay, dos días de sol y 20 de lluvia. Una metáfora de la vida. Disfrutamos lo justo pensando que va a llegar lo malo y, en consecuencia, no lo hacemos de corazón, sino con miedo, con timidez. El otro día vi con mi hija adolescente el documental Eso que tú me das. Pau Donés a las puertas de la muerte nos daba lecciones de vida. Con 17 años no sé si acabó de entender que "la vida son cuatro días y tres pasaron ya". No le toca. Me gustó compartir ese momento con ella y darle un abrazo, un beso. Mañana, ya veremos. Hoy se lo puedo y se lo quiero dar, aunque no le guste. A mí sí. Quiero disfrutar de la primavera todavía en invierno y si el cuarto día es mañana, que me quiten lo bailao.
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