EL pasado mes de octubre, el lehendakari anunció en Dallas (Texas), al inicio de un viaje con empresarios a Estados Unidos, la existencia de gas natural en Álava. La noticia tiene un gran impacto no solo en el País Vasco sino a nivel nacional. Por dos razones: por el volumen de las reservas explotables que las primeras estimaciones apuntan y porque su explotación futura requeriría de la utilización de técnicas innovadoras como la fracturación hidráulica o la perforación horizontal.
Y son estas nuevas técnicas las que hacen que el gas natural que llega por la red a nuestros hogares -y con el que tan familiarizados estamos- pase a denominarse, en el argot de la industria del gas, como gas no convencional, gas de pizarra o gas de esquisto, como si fuese algo distinto del que utilizamos todos los días en nuestras cocinas o nuestras calefacciones.
La noticia generó la lógica expectación ya que las reservas explotables anunciadas alcanzan los 185 bcm (billones de metros cúbicos), que es una cantidad muy importante a nuestra escala ya que supone unos 60 años del actual consumo de gas natural de Euskadi o un yacimiento 25 veces mayor que el de Gaviota, descubierto hace casi 30 años frente a las costas de Bermeo y explotado durante media docena de años a principios de los años noventa del siglo pasado.
Al mismo tiempo, la noticia generó inquietud porque nada más anunciarse surgieron voces que resaltaron impactos ambientales, reales o supuestos, tan graves que harían desaconsejable la explotación de este valioso recurso energético. En este sentido, se resaltaron casos como el de Francia, que en julio aprobó la prohibición, por el momento, de explotar el denominado gas de esquisto en su territorio; o los debates existentes en el Estado de Nueva York en torno a la explotación del ingente yacimiento de gas de pizarra denominado Marcellus.
Pero al mismo tiempo estas voces ocultan que Polonia, que cuenta con reservas estimadas de este gas superiores a las de Francia, ya ha decidido explotar el recurso o que el Estado de Pensilvania, que comparte con el de Nueva York el citado yacimiento Marcellus, lleva explotándolo varios años con resultados satisfactorios. Y callan que varias cuencas gasistas en Estados Unidos y Canadá están ya produciendo gas natural de origen no convencional en tales cantidades que han hecho que Estados Unidos haya pasado de importador a exportador de gas natural y se haya convertido en el primer productor mundial de esta energía primaria por delante de Rusia en el año 2009.
Y desconocen, u ocultan, que en el yacimiento Barnett Shale de Texas, en el que el lehendakari hizo su anuncio, se llevan perforados más de 15.000 pozos en los últimos años sin que se haya producido ni un solo incidente de contaminación de acuíferos, tal y como los máximos responsables de la autoridad encargada de la autorización y control de estas perforaciones en Texas nos pusieron de manifiesto al lehendakari y sus acompañantes en la jornada de trabajo conjunto que mantuvimos en la prestigiosa Universidad Metodista de Dallas.
Y aquel día en que el lehendakari anunciaba la existencia del gas en Álava, dábamos a conocer a pie de pozo que se iniciaba en 2012 un proceso de exploración, que no de explotación, de varios pozos para comprobar la viabilidad técnica, económica y medioambiental de una hipotética futura explotación de este gas.
Primero, exploración para conocer los parámetros técnicos, los costes económicos y los riesgos ambientales de un yacimiento concreto. Y después, y solo después, tras demostrar la ausencia de riesgos inasumibles, explotación del recurso accesible en condiciones seguras.
Y esto debe ser así, entre otras razones, porque no hay dos yacimientos iguales en cuanto al comportamiento y respuesta de estos pozos a las técnicas de estimulación necesarias.
La técnica hidráulica utilizada para estimular la roca madre en la que se encuentra atrapado el gas natural consiste en inyectar en cada pozo agua a alta presión a la que se añaden pequeñas cantidades de sílice (3%) y aditivos (menos del 2% de la mezcla). Esta técnica tiene por objeto fracturar la roca madre hasta conseguir que el gas que contiene absorbido se libere poniendo el pozo en producción. Y las proporciones y tipo de la sílice o los aditivos utilizados son una característica de cada yacimiento que hay que ensayar y conocer con exactitud en cada caso.
Por otra parte, la respuesta de cada yacimiento a esta estimulación es distinta en cada caso. Cada yacimiento devuelve una parte variable, entre el 10% y el 80%, de la mezcla de agua y aditivos utilizada en la fracturación, lo que supone prever distintas instalaciones de acogida y tratamiento de la mezcla hidráulica utilizada.
Además, se hace necesario conocer, entre otras cosas, la cantidad de agua necesaria para estimular cada pozo que es distinta en cada yacimiento; o las mejores técnicas a utilizar para atravesar el acuífero de Subijana sin riesgo de contaminación o deterioro del mismo, cosa por fortuna muy conocida en este caso porque este acuífero ha sido perforado con éxito en múltiples ocasiones; o el resto de los impactos que se producen durante la fase de perforación de los pozos ya que en fase de explotación no son necesarias instalaciones industriales y solamente permanece en campo una pequeña cabeza de pozo.
Por todo ello, se hace necesario iniciar el programa de exploración anunciado por el Gobierno Vasco, para conocer todos estos aspectos y poder tomar la decisión posterior de continuar o no con la explotación del yacimiento Gran Enara. Éste es el proceso que debe conducir a adquirir el conocimiento suficiente como para permitir aplicar entre otros el principio de precaución antes de tomar la decisión definitiva sobre el futuro del yacimiento.
El principio de precaución es una guía para la toma de decisiones incorporada al acerbo normativo y administrativo de la Unión Europea y de los Estados miembros, por el cual no se deberían tomar determinadas decisiones sin asegurar que no existen riesgos inaceptables para el medio ambiente o la salud de las personas. Para algunos, esto supone que en la medida que no conozcamos el impacto o la respuesta del medio a determinadas intervenciones sobre el mismo no deberíamos hacer nada, convirtiendo este fundamental principio de precaución en un principio de prohibición, en una caricatura que nada tiene que ver con el espíritu del mismo.
Según esta interpretación, quedaría prohibida toda innovación, ya que por principio el impacto de lo nuevo es desconocido. Pero es evidente que en su aplicación el principio de precaución significa algo distinto. Significa que no debemos acometer intervenciones sobre el medio que supongan un riesgo desconocido o inaceptable para el mismo. Por eso lo lógico, racional y prudente en este caso es iniciar las exploraciones anunciadas; ensayar las técnicas de fracturación hidráulica y perforación horizontal adaptadas a nuestras necesidades; comprobar los resultados obtenidos; y conocer los impactos producidos con la garantía de que, incluso aunque salieran mal y no fuese posible la explotación sin riesgos del gas no convencional en Álava, los impactos producidos durante esta fase previa de exploración tanto en el acuífero de Subijana como en el medio superficial serían insignificantes, despreciables y fáciles de absorber y restituir a su estado original en el peor de los casos, aplicando, ahora sí, el principio de precaución con racionalidad y prudencia.
El Gobierno Vasco ha tomado la decisión de explorar la viabilidad técnica, económica y medioambiental de la explotación del gas natural no convencional en Álava. Y lo ha hecho desde la prudencia ambiental, desde el convencimiento de que si se demostrase esta viabilidad, sería una excelente noticia para la sostenibilidad energética de Euskadi durante las próximas décadas y desde la responsabilidad exigible a todo Gobierno de ofrecer a través de su actuación un futuro mejor, más sostenible y por lo tanto más despejado y viable a sus ciudadanas y ciudadanos.