La literatura, dice esta notaria riojana que ejerce en Oviedo, “es un recuerdo constante en mi vida. Desde niña me ha apasionado leer. Mi mejor regalo fue, y sigue siendo, un libro. De ahí a coger el boli y ponerme a escribir solo había un paso. La historia que cuento estaba en mí y yo la quería contar, era una necesidad sacarla de dentro”.

PERSONAL

Edad y lugar de nacimiento: Logroño (La Rioja), 56 años,

Profesión: Es notaria por oposición. Actualmente ejerce en Oviedo. Su primera vocación como diplomática le llevó a estudiar francés e inglés, pero tras decidirse a opositar finalmente a Notarías, los idiomas quedaron abandonados.

Docencia: Es profesora asociada a la cátedra de Derecho Mercantil de la Universidad de Zaragoza, donde da prácticas a los alumnos de 5º de Derecho.

Su historia novelada resulta ser una perfecta intrahistoria familiar y social, como la de muchos ciudadanos en una etapa de la España convulsa y cambiante entre 1950 y 1980. ¿Buscaba este efecto o es algo espontáneo consecuencia de novelar sus propios recuerdos? 

Te di mi vida se basa en recuerdos más que míos, de mi familia, sobre todo de lo que he ido conociendo de mis abuelos, de mi madre, de lo dura que fue la vida durante esas décadas. Probablemente no era tan consciente de que iba a reflejar todo un mundo común a muchas personas, pero sí que tenía en mente contar una historia en la que muchas cosas son ciertas y algunas me habían impresionado desde que las supe. Esta historia surge por un recuerdo concreto que me hace llevarme las manos a la cabeza y pensar: ¿Cómo era posible que esto ocurriera antes?

Por ejemplo, el paso de lo real a lo urbano impregna toda su novela. ¿Este paso fue tan importante en su vida personal y familiar como lo fue en lo social?

Yo he vivido en un mundo urbano toda mi vida, salvo algunos períodos en los que por mi profesión he trabajado en algún pueblo. El cambio no lo he experimentado yo personalmente, pero sí que lo he visto a mi alrededor. Un escritor refleja cosas que vive, pero también cosas que solo observa y sí, percibo una gran diferencia entre lo rural y lo urbano y sé que todo ello supuso un cambio enorme para mi familia y para millones de españoles que, como ellos, dejaron el campo para marchar a la ciudad con la ilusión de encontrar una vida mejor.

Otro ejemplo es el de los bebés robados en el franquismo. ¿Lo utiliza usted como mera solución narrativa o cree que fue algo habitual durante esa etapa con casos aún sin resolver?

Es un tema que me impresiona sinceramente y lo quería tratar porque hubo un suceso parecido en mi familia. Me parece de una dureza extrema. También tengo una amiga de buena familia a la que sus padres obligaron a abortar para evitar un deshonor que les suponía. Yo ya tengo una edad, pero tampoco tanta como para que no me escandalice pensarlo. Seguro que quedan muchos casos sin resolver y muchos otros que nunca sabremos.

¿Por qué suicida usted a Julia en su relato? ¿Cree que sucedería hoy algo parecido? ¿O este suicido por amor ha cambiado en el universo femenino actual?

Julia sigue la tradición de los grandes amores que se suicidan, como Anna Karenina, Madame Bovary o tantas otras mujeres. Siempre me han gustado esos relatos extremos, esos amores desesperados, pero espero y deseo que esta tendencia al suicidio haya acabado por el bien de nuestro equilibrio emocional. No lo veo como imposible, pero creo que la mentalidad de la mujer ha cambiado lo suficiente como para poder sobrevivir sin un hombre a su lado. Deseo que ya no haya suicidios por amor. Por cierto, ellos también se suicidaban, y tenemos el ejemplo de grandes escritores románticos. A grandes cantantes también les ha dado también por el suicidio. No entiendo ese punto de romanticismo que le ven, porque con la muerte todo se acaba, pero en vida todo se puede solucionar.

En su novela todos evolucionan, pero sus personajes extraordinariamente: Ana, Adoración, Mayte, las madres de los protagonistas... ¿Son heroínas o simplemente mujeres valientes y arriesgadas con conceptos nuevos? 

Quería reflejar en especial la valentía de las mujeres. No creo que sean heroínas, no podemos calificar su vida de un acto heroico, pero sí son mujeres fuertes, que son las que yo he percibido a mi alrededor y a las que he retratado, mujeres que luchan por su vida, por lo que quieren. Mi abuela era menudita y pequeña, pero a la vez una mujer fuerte que siempre que podía me inculcaba a mí que también lo fuese. Esas grandes mujeres eran las que sacaban las familias adelante, aunque a veces no se las viera.

¿Fueron tan arriesgadas como lo es su propia editora?

Cuando escribí la novela la guardé en un cajón un tiempo. Fue un amigo el que me animó a publicar y me puso en contacto con Marina Díez, de Ediciones Mariposa, en León. Es una editorial muy pequeña, sobre todo de poesía, pero le gustó tanto la novela que me propuso publicarla en su otra editorial, Crisálida, de autoedición, aunque he contado con su ayuda y unas condiciones muy ventajosas. Así que las dos hemos sido valientes por partes iguales. Volviendo a la novela, creo que en esa época había dos tipos de mujeres: las que se conformaban y las que arriesgaban. A mí me gustan éstas últimas.

¿Le parece que estamos olvidando que hace tan solo 50 años a muchas chicas se les decía que no iban a estudiar porque eran mujeres?

Creo que a las generaciones de los últimos 30 años les puede parecer hasta una broma que les digamos esto. Cuando yo era pequeña nunca se me dijo nada parecido, pero había otros comportamientos que ahora son impensables. Creo que recordarlo está bien, para que sepamos de dónde venimos, aunque espero que a eso nunca volvamos. Si miramos fuera de España vamos a ver casos terribles en países como Afganistán o Irán, por desgracia de actualidad por estas y otras situaciones aún más angustiosas. Cuando vemos cómo se prohíbe a esas mujeres acceder a la educación debemos acordarnos de que aquí hubo un tiempo en el que estaba mal visto querer estudiar, porque era cosa de hombres. Pese a que nuestra sociedad no es perfecta tenemos mucha suerte de estar donde estamos.

¿Cree que la elección maternal de Ana con un homosexual es una solución a la maternidad en solitario?

En mi caso era un recurso literario, una situación inventada y que solo se puede dar en personas bisexuales o en casos que tratan de evitar que su condición sexual se sepa. Pero durante mucho tiempo la homosexualidad en España estuvo muy mal vista, y muchas personas se casaban para no dar que hablar. Algunos fueron muy desgraciados, otros consiguieron ser felices, tal vez por la comprensión de sus parejas o tal vez porque realmente, como digo, eran bisexuales. No creo que sea una solución en absoluto, no se puede ir contra la naturaleza de cada uno.

Hay un personaje en su relato que intriga e incluso desasosiega: doña Elvira, la jefa del taller de costura. ¿Existió una doña Elvira aunque con otro nombre? 

Doña Elvira es un personaje completamente inventado pero, ¡claro que existen muchas doña Elvira en este mundo! Son mujeres excesivamente rigurosas que creen que todo lo hacen por tu bien, que quien bien te quiere te hará llorar, que tratan de imponer su superioridad moral. Hay personas que se creen con derecho a dirigir tu vida. A doña Elvira la mato por una cuestión de edad y porque necesitaba que Ana supiera la verdad. Incluso me da pena, porque nunca ha sido feliz: renunció a lo que quería por su excesiva severidad. Es indudable que compaginar la vida profesional con la familiar es más difícil, pero no es imposible. Estamos rodeadas de miles de profesionales de éxito con hermosas familias.

¿Cree que la historia de amor irrevocable de Fernando y Adoración es posible hoy en día? 

No debemos renunciar al amor ni siquiera en estos tiempos de prisas, de redes sociales, de facilidad de contactos y de intercambios. Fernando y Adoración, como muchos de nuestros abuelos, fueron un matrimonio feliz, aunque también pasaron momentos de crisis. Algunas parejas los superaron, otras no, tampoco se puede obligar a nadie a ser eternamente desgraciado, así que entonemos un ¡viva el amor!