El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, completa el primer año de su mandato con un crecimiento económico del país muy por encima del esperado, la inflación bajo control y el desempleo en un dígito, pero con el déficit público al alza.

Todas las previsiones de principios de año daban a la mayor economía de América Latina un crecimiento exiguo próximo al cero, pero cerrará 2023 con una expansión que rondará el 3%.

“2023 fue un año para que Brasil recuperase la credibilidad y la previsibilidad, con noticias positivas en la economía. En 2024 tendremos resultados aún más positivos para la vida de las personas”, prometió Lula ayer en sus redes sociales.

El sorprendente rendimiento del sector agropecuario y de servicios, unido a una balanza comercial récord, han hecho posible que Brasil mantenga los motores encendidos en 2023, cuando parecía tenerlo todo en contra en un escenario internacional convulso. El desempleo ha bajado unas décimas en un año hasta situarse en el 7,6%, aunque la tasa de informalidad se mantiene en torno al 40%.

La inflación, que cerró 2022 en el 5,79%, se ha reducido hasta el 4,68% interanual hasta noviembre, por debajo del techo de la meta para este año (4,75%).

Política con visión social

En lo político, como ya hizo en sus primeros mandatos (2003-2010), Lula ha conjugado una política macro liberal con programas sociales para las capas más pobres de Brasil, uno de los países más desiguales del mundo.

En este sentido, recuperó programas sociales que Jair Bolsonaro redujo o eliminó. Robusteció los subsidios para las familias con menos ingresos, subió el salario mínimo y resucitó diversas iniciativas para la construcción de vivienda popular o el envío de médicos a zonas pobres.