Francia está donde le corresponde, a decir de los entendidos en la materia. Sus méritos y potencial le han conducido hasta la final del domingo, donde le aguarda una Argentina revitalizada, y como hace cuatro años en la edición de la Copa del Mundo celebrada en Rusia, los porcentajes de éxito se decantarán por sus colores. Anoche acabó por imponer su jerarquía sobre Marruecos, que le generó serias dificultades y a ratos acarició la enésima sorpresa. Pero el golpe de mano africano hubiese sido un milagro y no la consecuencia directa del formidable derroche de los futbolistas. El tempranero gol que encajó Bono resultó determinante y convirtió el partido en un torrente de emociones fuertes. En líneas generales la contienda siguió un guión que favorecía claramente las probabilidades de la selección que defiende título. No obstante, Francia solo tuvo la victoria garantizada en el tramo final.

La segunda semifinal acogía un enfrentamiento inimaginable el 20 de noviembre, fecha en que el torneo echó a andar, que lo siguió siendo en realidad hasta que el pasado domingo contra todo pronóstico Portugal se marchaba para casa. Fue la última víctima ilustre de una Marruecos de cemento armado, antes cayeron Bélgica o España. Ayer la selección magrebí, con todos los deberes hechos, afrontaba una cita cuya significación trascendía lo deportivo por culpa de la identidad del rival. La presencia de Francia en el campo aderezaba el partido con mil y una connotaciones (históricas, políticas, sociales, culturales,…), acentuando una rivalidad que no podía ser exclusiva de los dos países directamente implicados.

Por su condición de vigente campeona, Francia gozaba del favoritismo objetivo, pero seguramente con Marruecos iba mucha más gente: un continente entero que nunca había sido invitado a semejante evento, los perdedores que en el mundo son mayoría, los escépticos, lo no futboleros, los críticos con la FIFA y el contaminado montaje catarí, en fin, tantos millones deseosos de asistir a un vuelco en el orden establecido.

Todos los identificados con el combinado que encarnaba la ilusión despertaron bruscamente de su sueño, en el minuto cinco, cuando Theo Hernández marcó tras dos rebotes y un grave error previo de El Yamiq. Francia cobró ventaja demasiado fácil y el desastre planeó sobre los guerreros de Walid Regragui. No fue así, aunque Marruecos asumió tremendos riesgos no pudo por menos que tirarse hacia arriba. Su actitud y los formidables recursos galos para explotar los espacios depararon un espectáculo vibrante. El increíble Ounahi tomó los mandos y fue salpicando el ímpetu magrebí con detalles que exigieron máxima concentración en Francia y la acreditada solvencia de Lloris.

El marcador cuestionaba el plan original de Regragui, que se inclinó por poner tres centrales, pero uno de ellos, Saiss, que volvió a arriesgar su físico figurando en la alineación, tuvo que solicitar el cambio después de conceder una gran oportunidad a Giroud, que disparó a la madera. Marruecos agregó un centrocampista e insistió en proyectarse con fiereza en ataque…y el peligro volvió a merodear el área de Bono: El Yamiq despejó sobre la línea de gol el intento de Mbappé y el rechace lo empalmó fuera Giroud en postura forzada, con la portería desguarnecida. Estos sustos no tuvieron efecto intimidatorio, de hecho el primer tiempo concluyó con una ofensiva desatada sobre los dominios de Lloris con una serie de acciones a balón parado. Y ahí halló el resquicio El Yamiq para, de chilena, estampar el balón en un poste.

Marruecos trasmitía sin complejos su afán por sellar el empate. Y redobló su actitud en la reanudación, de manera que los galos atravesaron por su fase más crítica, encajonados, excesivamente atrás, resolviendo al límite Varane y Konaté dos pases muy comprometidos en el área chica. El agobio se prolongó un cuarto de hora con el triángulo formado por Ounahi, Hakimi y Ziyech venga percutir. A Francia le faltaba oxígeno, aunque cabía pensar que el asedio africano iría decayendo, es imposible sostener tal grado de intensidad, sobre todo sin premio. Por si acaso, Deschamps maquinó una solución, una fórmula para que los suyos pudiesen estirarse y así cortocircuitar un choque que discurría en una única dirección: Thuram se ubicó en el lugar de Mbappé y este asumió el rol de ariete. Por ahí encontró vías para obligar a Marruecos a recular y su dominio fue paulatinamente perdiendo pujanza.

El cansancio se dejaba sentir en el bando más necesitado y Mbappé, en una genialidad propició que el recién incorporado Kolo Muani le diese la puntilla a Marruecos a diez del noventa. La suerte estaba echada, pero aún tuvo que aguantar la campeona los coletazos de un enemigo más que digno y en el añadido, Koundé evitó el gol de Ounahi, que estaba ya más que tieso. Hubiese sido una recompensa muy merecida a título individual y asimismo en el plano colectivo, pues Marruecos había completado una actuación conmovedora. Su problema, al margen de la penitencia que supone pasarse la noche por detrás en el marcador, radicó en el empaque de una selección que aún estando más incómoda que nunca supo gestionar sus bazas e imponer la lógica, una lógica abrumadora que sin embargo llegó a verse cuestionada. Honor para Marruecos, gran animadora del Mundial. Francia, por derecho, está a un paso de reeditar título.

Ficha del partido

FRANCIA: Lloris; Koundé, Varane, Konaté, Theo Hernandez; Tchouaméni, Fofana; Griezmann; Dembelé (Min. 78, Kolo Mouani), Giroud (Min. 65, Thuram) y Mbappé.

MARRUECOS: Bono; Hakimi, El Yamiq, Dari, Saiss (Min. 21, Amallah), Mazraoui; Ziyech, Ounahi, Amrabat, Boufal (Min. 66, Aboukhlal); En Nesyri (Min. 66, Hamdallah).

Goles: 1-0: Min. 5; Theo Hernandez. 2-0: Min. 78; Kolo Mouani.

Árbitro: César Ramos (México). Amonestó al marroquí Boufal.

Incidencias: Partido de semifinal del Mundial de Catar disputado en el estadio Al Bayt de Al Khor ante 68.294 espectadores, según datos oficiales.