El sábado los Bellcross estuvimos tocando en Altzako Serafines Arriaga Jaiak, unas fiestas que van por su segunda edición y en las que nos trataron muy bien. Desde aquí nuestro agradecimiento a la organización.
Es poco más de una horita la que estás sobre el escenario disfrutando pero nada ocurre por arte de magia. Con mayor o menor acierto, presentar algo digno de ser escuchado requiere de un trabajo constante a lo largo de todo el año. Sí, ya sabemos que es un hobby y tal, pero tiene un curro que sólo conocemos quienes estamos metidos en el ajo. Y hablando de trabajo, la guinda se la lleva el día del concierto.
Fue necesario quedar seis horas antes para cargar trastos, algo a lo que por cierto uno nunca se acostumbra. Llega después la prueba de sonido, y si compartes material con el resto de grupos –algo que hicimos con buena gente, Ezinezkoa y La Fábrika de boinas– te tienes que quedar hasta el final para recoger todo, y vuelta al local de madrugada a descargar. En el mejor de los casos te pagan, casi siempre algo simbólico teniendo en cuenta el esfuerzo que hay detrás. Y siempre hay alguien que te suelta: “Ah, ¿pero os han pagado?”, como si fuera un acto de caridad. Qué infravalorado está el arte. Y no te digo nada el tiempo de las personas que se dedican a él.