Normalmente suelo defender que primero fue el huevo y después la gallina. Y que el animal que lo puso no era una gallina al uso, aunque de allí surgiera una. Así que imagínense la credibilidad que puede tener una persona que se enreda en cosas tan básicas como éstas. Pero aun así, me voy a meter donde no me llaman: en la Educación de nuestros hijos. A los surferos como yo, que empecé en la ikastola a los tres años, me pasé a los frailes a los ocho, y luego fui a un instituto y una universidad públicas, nos resulta complicado mojarnos en estas cuestiones. Pero es cierto que cuando fui padre, el cuerpo me pedía concertada. Sin embargo, apostamos por la pública (la más cercana) para nuestros dos hijos. En estos años, he creído además, que la Enseñanza Pública era la apuesta más lógica a futuro, en un mundo en el que los elementos que dieron pie a otras fórmulas quizá estaban perdiendo fuerza; y creyendo, de veras, que lo público podía dar una respuesta global a nuestra sociedad. Hoy, tengo claro que no volvería a hacerlo. Yo no sé si la culpa es del huevo o la gallina; aquí no me mojo, huelga mediante; pero siento que la red pública, por hache o por be, especialmente en Primaria, no garantiza una Educación acorde a las expectativas que manejo. Y que nuestros hijos están (compiten) en inferioridad.