No me gusta Elon Musk, pero me interesan sus aportaciones. Las buenas y las malas. Según el magnate norteamericano, llegará un momento en el que “no habrá necesidad de empleos” y las máquinas y la IA trabajarán en lugar de las personas, por lo que propone un “gran ingreso básico universal” por el simple hecho de vivir. Hay gente que ve en esto una noticia maravillosa, de modo que podremos dedicarnos a nuestras cosas, mientras los robots generan riqueza por nosotros. Pero yo desconfío de tan bonito futuro. La gran mayoría de los científicos y eminencias que me ha tocado entrevistar dicen no temer a la IA y señalan que la ética es la clave. A mí nunca me han terminado de convencer. La IA es una herramienta fantástica, sí; muy íntegra a la hora de decirte que no va a reproducir la letra de una canción, porque está sujeta a derechos de autor, pero capaz de coger una foto y animarla, haciendo que dos personas se besen entre sí o dos niños bailen. Yo no sé dónde está la ética aquí. Quizá sea posible una renta universal, no lo descarto; pero también puede ser que alguien nos tenga que preautorizar para tener descendencia, por ejemplo, ya que el recién nacido será uno más para vivir de este cuento. A lo mejor es porque soy viejo, pero creo que hace tiempo que nos hemos columpiau.