Con lo que facilitaba su apellido el pareado para exigirle la dimisión, Mazón no se ha dado por aludido durante todo un año, así que más que una dimisión en diferido, la suya ha sido a cámara lenta y ni siquiera completa. Se va, pero poco, dejando otra cosa a medias. Abandona la presidencia de la Generalitat valenciana atrincherado en su mala gestión y esparciendo reproches a los demás. Pero se queda como aforado, a resguardo de las investigaciones de la jueza Nuria Ruiz Tobarra, que busca esclarecer qué pasaba en El Ventorro para que fuera tan difícil levantarse de la silla y salir a la carrera hasta el lugar donde le correspondía estar por su cargo, por la responsabilidad de su cargo y por el salario que recibe por su cargo... mientras la gente moría ahogada. Y por qué no se activó la alarma antes. Pero sobre todo, da la sensación de que se marcha ahora, a medias, tras ese funeral de Estado en el que tuvo que escuchar, ya sí, lo que las víctimas habían tratado de decirle de todas las formas posibles, manifestaciones multitudinarias incluidas. Se ha ido, me temo, no por escuchar la dolorosa voz de las víctimas ni por la vergüenza de ser el centro de todos esos reproches e insultos, sino secempujado por la misma mano que le ha tenido agarrado todo un año para que no cayera, cuando ya el fuego amigo ha empezado a apuntar a la mano.
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