Hace unas semanas vi un vídeo en el que se maltrataba y se vejaba entre bromas a una mujer en un aeropuerto por, supuestamente, haber intentado robar una cartera. El hombre que la retenía, a la fuerza, reía y gritaba a los cuatro vientos que había detenido a una ladrona. Si la mera visualización del acto me produjo malestar, leer los comentarios fue aún peor. Cientos de personas celebrando y jaleando al supuesto héroe que había detenido a la mujer. Para todos ellos, no se trataba de un ser humano, sino de un enemigo del que había que defenderse. Una mujer, probablemente sin recursos, que se ve abocada al hurto. ¿Para qué tener en cuenta la situación socioeconómica de un ladrón si puedes odiarlo por el hecho de existir? Casi como si hubiera elegido estar en esa situación. Creo que esa deshumanización es cada vez más habitual, y es algo que debe preocupar. Hay ideas que no se pueden respetar y que, sin analizar causas, problemáticas o motivaciones, promueven un odio cada vez más generalizado en vez de buscar una salida y solución. La deshumanización a golpe de vídeo con opiniones sesgadas o incluso soflamas racistas está tan extendida que es difícil volver a llevar la racionalidad al debate público. Todo ello nos lleva, si nadie pone remedio, al horror del pasado.
- Multimedia
- Servicios
- Participación