La inmensa mayoría de las personas no tienen tiempo para estar cinco horas escuchando un debate del pleno de las Juntas Generales de Gipuzkoa. Ni ganas tampoco, seguramente. Si la mayoría no está dispuesta siquiera a invertir cinco minutos en la lectura de una noticia que le resulta de cierto interés, más allá del titular y los encabezados, me puedo imaginar un discurso de una hora, seguido de las intervenciones de cada uno de los portavoces de los grupos políticos que hemos votado entre todos; con un posterior turno de réplica para la diputada general en este caso, y una segunda ronda de púlpito de nuevo para los cinco partidos políticos que tienen asientos en el parlamento guipuzcoano.

Sin embargo, es un ejercicio que deberíamos hacer al menos una vez en la vida, como plantar un árbol. Resulta interesante y revelador ver qué y cómo argumentan unos y otros, qué se dicen, y medir las ganas de acordar cosas que tienen o las de tocar las narices, sin más. Podrán saber si alguien vive en los mundos de yupi, si es un agonías o un sin sustancia. Y en definitiva, intuir si es una persona que se merece o no su voto. También podrán ver si sus preocupaciones se alejan o no de lo que vivimos en la calle la mayoría de los ciudadanos y las cuestiones que realmente nos preocupan. Ya sé que es mucho pedir, pero deberían.