El señor Lightner y su esposa pensaban que ir al teatro una tarde de domingo era un buen plan. Lo es salvo en el Berlín de 1961: la RDA había levantado un Muro que los extranjeros solo podían cruzar por el Checkpoint Charlie. Los diplomáticos no necesitaban identificarse: los soldados de ambos lados se fijaban en las matrículas y el coche, soviético u occidental, pasaba. Hasta que la Policía de la RDA paró a los Lightner, diplomático que se negó a identificarse. Al día siguiente la RDA suprimió los privilegios diplomáticos, lo que enfadó a los aliados, y los EEUU enviaron a más gente a probar a la RDA: a cruzar sin identificarse. “Provocación” tras “provocación” hasta que a las 17.00 horas del 27 de octubre decenas de tanques de un lado y otro se apuntaban los unos a los otros. La amenaza más grave de la Guerra Fría, como escribió Frederick Kempe (Berlin 1961. El lugar más peligroso de la tierra), duró hasta las 11.00 horas del día siguiente. Ambos ejércitos, con Kennedy y Jruschov al frente, fomentaban la escalada de tensión confiados en que el de enfrente no iba a dar un paso de más. Nadie lo dio, pero en las cancillerías se preguntaron cómo se llegó hasta ahí por un teatro. Un soldado demasiado nervioso pudo haberlo volado todo. Lo difícil de la tensión, como la montaña, no suele ser escalarla, sino bajarla.